Estuve esperando cómo lo celebraban. Sin muchas esperanzas, la verdad, de que hicieran nada relevante. Se despacharon con las socorridas piezas de un minuto en el Telediario en las que se recordaba cómo fue la primera jornada del Paseo de la Habana, el 28 de octubre de 1956. Y la víspera del cumpleaños, como acontecimiento especial, una entrega de Lazos de sangre dedicada a Chicho Ibáñez Serrador. Sin comentarios.
Mi 65 aniversario de TVE soñado habría impactado al espectador. Yo habría colocado a Joaquín Arozamena presentando la primera edición del Telediario, y a Manuel Campo Vidal y Ángeles Caso en la de las 9 de la noche. Rostros icónicos que durante décadas, en plena transición y en la etapa del cambio político, entraron en nuestras casas a dar las noticias. Se dio la circunstancia que por asuntos propios Franganillo no pudo presentar el Telediario ese día, pero a nadie se le pasó por la cabeza esta idea, que no se improvisa en un día, sino que hay que planificar con muchísima antelación.
Porque yo habría levantado la programación matinal y la de tarde para incluir sendos magacines presentados por rostros supervivientes de los de antes, que haberlos haylos. Y como colofón, por la noche, habría convocado en un «»Feliz 65 cumpleaños» a algunas de las mentes más lúcidas y representativas de entre los veteranos de la casa. Me refiero a Alfredo Amestoy, Fernando García de la Vega, Iñaki Gabilondo, Ramón Colom, Mª Carmen García Vela y otros. Pero no para cotillear a la manera de Lazos de sangre, sino para hablar de cómo era esa manera de hacer televisión que se nos fue, y cómo se puede rescatar el trasatlántico de TVE antes de que se hunda.
