o todos los obispos son iguales: unos son devotos de los ángeles y otros de los confesores; los hay devotos de las vírgenes y hasta de los mártires. Con la cara de contento que tiene monseñor Amigo , el arzobispo de Sevilla, uno tiene la impresión de que ha optado por los ángeles, y el rostro a veces perplejo de monseñor Uriarte , el obispo de san Sebastián, lo lleva a uno a preguntarse si lo suyo no serán los confesores. Lo de las vírgenes es más comprometido, y ni siquiera diría que va por ahí la devoción de monseñor Blázquez , el presidente de la Conferencia Episcopal, por mucho que se nos muera de casto y de sencillo. A Rouco Varela , hierático, y como si le doliera algo, le podrían ir los mártires, pero como siempre está en alguna batalla creo que se lleva mejor con los arcángeles guerreros. Lo que se dice con los mártires, mártires, con sangre por medio, está Agustín García Gasco , arzobispo de Valencia, que se pirra por un catálogo de mártires. Por eso no es extraño que García Gasco, aprovechando que el patrono de Valencia fuera el mártir Vicente , animara a los católicos en su ya pasada fiesta a correr el riesgo de implicarse en la vida social y pública desde sus creencias, es decir, a correr el riesgo de ser martirizados. Y es que el arzobispo está preocupado, según dijo, por la cultura que se difunde desde los poderes públicos y desde algunos medios de comunicación que al parecer quieren un mundo sin Dios. Y está convencido, además, de que limitan la libertad religiosa y convierten los sistemas políticos en tiranías inaceptables. No se trata de discutir al prelado su visión de la realidad, pero él conoce bien a los poderes: los trata como nadie y se codea con ellos, de poder a poder. Por eso tengo la impresión de que es un poco injusto con los poderes. Más apoyos y dádivas que las que él ha recibido de la Generalitat de Valencia, sus diputaciones y ayuntamientos es difícil que puedan otros obispos cuantificarlas en millones y millones de euros, salidos sin explicación alguna de las arcas públicas. Y si al gobierno de la nación se refiere, mal puede perseguir la libertad religiosa quien con el dinero de todos financia el culto tan generosamente. Y en cuanto a los medios, es verdad que algunos sacamos los trapos sucios de la Iglesia pecadora, pero contrarresta mucho esta acción negativa la muy positiva acción de los medios de la Iglesia, no entregados al negocio, promotores de la concordia entre los españoles y, por supuesto, de los más claros valores evangélicos. Al menos una vez, Cristo entró con el látigo en el templo; no le deseo a García Gasco que cuando vuelva Cristo, como seguramente él espera, se corra el riesgo de que confunda a los fariseos con quienes no lo son.