Hemos podido leer muchas, fundadas y variadísimas críticas a la gestión de nuestra Conselleria de Educación y, recientemente, hemos conocido un informe especializado que destacaba el fracaso escolar valenciano con la provincia de Alicante a la cabeza.

Ese ranking educativo estatal ha evidenciado los muy divergentes resultados académicos que consigue la gestión educativa de cada Comunidad Autónoma, alcanzando, en el caso valenciano, los pésimos resultados de la ciudad autónoma de Ceuta. Ya no queda comunidad o provincia que nos supere en malos resultados.

En lo educativo no deberían caber excusas ni engaños a la ciudadanía, se trata del futuro inmediato del conjunto de nuestra sociedad puesto en manos de los éxitos o fracasos que coseche en su territorio cada autonomía que, en aplicación de sus respectivos estatutos y de la Constitución, tienen y ejercen competencias plenas para adaptar y aplicar las leyes educativas estatales, desarrollar su propia red de centros educativos y dotar sus plantillas docentes, siempre de acuerdo a las prioridades políticas y presupuestarias fijadas autónomamente.

En el caso valenciano, tal autonomía en la gestión de la educación data de 1984, los resultados académicos obtenidos no han dejado de empeorar en los últimos ocho años, no hay síntomas de que pueda cambiar la tendencia y no hay paños calientes que puedan mitigar la responsabilidad exclusiva del Consell.

No hay justificación posible porque hay comunidades con lengua propia que obtienen resultados que mejoran los nuestros en un 20%, otras que, con mayor presión inmigratoria, llevan 6 años consecutivos mejorando sus resultados mientras en el País Valencià se ha disparado el fracaso escolar en ese mismo periodo. Hay comunidades que han resuelto mejor la integración, otras que han desarrollado una muy buena red de centros y un largo etcétera de odiosas comparaciones.

En resumen, hay muchísimas comunidades que con una situación de partida mucho peor que la valenciana, han conseguido "adelantarnos" en todo en sólo 10 años hasta quedar a años luz de ellas en implantación de nuevas tecnologías, en red centros públicos y planes de estudios bilingües en inglés y/o francés, en red de centros en sí y en dotación y equipamiento de los mismos, en servicios educativos complementarios, en autonomía organizativa y en muchas otras cosas que, indudablemente, algo deben influir en los dispares resultados académicos de las autonomías.

Mucho queda por decir y escribir sobre las causas y las soluciones a tan lamentable, preocupante y arriesgada situación de crisis educativa valenciana. Sirva como muestra un modesto botón, el del colegio público El Palmeral de Alicante que tan próximo siento y que utilizaré aquí como ejemplo, sin su permiso y aunque ya no pertenezca ni a su Consejo Escolar ni a su AMPA.

En mi opinión, ha sido muy positiva la actitud de esta comunidad educativa implicada con la educación y con las necesidades de su entorno que ha transformado, a pesar de la Conselleria de Educación, el declive a que parecía estar abocado, en éxito escolar gracias a la energía, esfuerzo y proyectos colectivos puestos en marcha sin apoyo alguno de la Conselleria que lo gestiona.

Cualquiera que conozca de cerca el colegio El Palmeral y tantos otros, sabrá de su empuje e iniciativa pedagógica y social y de su preocupación por la mejora permanente. Sabe de su interés por adelantar el bilingüismo y el poquísimo apoyo institucional que ha tenido para hacerlo. Sabe de su anticipación en el uso de las nuevas tecnologías y las dificultades tecnológicas que ha tenido para hacerlo. Sabe de su preocupación por las enseñanzas plásticas, la música y la educación física y los problemas que continúa combatiendo para potenciarlas. Sabe de su proyecto de escuela abierta y conciliación de horarios y de la escasísima implicación de las administraciones y, sobre todo, sabe de su reincidente exigencia de ampliación y adecuación de espacios a la legalidad vigente.

Si alguien lo desconoce y le interesa el ejemplo, sólo tiene que pasar por el barrio de San Gabriel de Alicante, comprobar una expansión demográfica de 10.000 almas y 3.000 viviendas en 10 años y cómo, seis años después de que el Ayuntamiento expropiara y cediera un solar para la ampliación de un colegio, éste continúa yermo, sin edificio y vacío de los niños y niñas que lo debieran aprovechar.

En realidad, los problemas de este centro y este barrio no se diferencian de los que sufren otros en Benalúa, San Blas, Juan XXIII, Carolinas, Villafranqueza, Ciudad de Asís o playas y en otros municipios. Se resumen en uno: la Conselleria de Educación se ha acostumbrado a no atender las demandas y propuestas de los centros que gestiona, más bien parece instalada, adaptada y resignada a la precariedad crónica de sus centros que, a juzgar por las tasas de fracaso escolar alcanzadas, pasa factura en la formación del alumnado que habrá de competir en un mundo globalizado en el que, los colores que nos ha sacado ese vergonzoso ranking de rendimiento escolar, es sólo la antesala del futuro incierto que sobrevuela la Comunidad Valenciana.

Francisco José García Alcaraz es miembro de la permanente sindical de CC OO.