Cunden poco los ejemplos de políticos cabales por estas tierras polvorientas. El mapa del Vinalopó se tiñó de azul tras las últimas elecciones locales. La guerra del agua ofrece mayor rentabilidad que cualquier fondo de inversión. La gestión de los pocos islotes que han quedado en manos de los del puño y la rosa es mimética a la de sus adversarios. Es la sombría consecuencia del bipartidismo imperfecto.

Salvo honrosas excepciones, la generación política que ostenta el poder en estos pueblos se caracteriza por su bajo perfil político, actitudes arbitrarias, autoritarismo o falta de formación, cuando no manifiesta inoperancia. Nepotismo, despotismo y arribismo hoy en el Vinalopó riman con la palabra alcalde, concejal y cargo de confianza. La gente ya considera que eso es lo normal cuando uno manda.

Propongo una radiografía de los males que afectan a las principales poblaciones. Empezaré por Elda, donde vivo. Ya a nadie escandaliza el autoritarismo y los incumplimientos electorales que caracterizan a Adela Pedrosa. Su lema electoral se resume en el donjuanesco "prometer hasta meter, y después de metido, nada de lo prometido". La nueva condesa del valle parece más preocupada por aniquilar cualquier vestigio de crítica y a los partidos opositores que solucionar los innumerables problemas que padece Elda. Además, eldenses y villenenses deben saber que Pedrosa siempre tiene un pie puesto en el castillo de La Atalaya, pues su gran obsesión es desestabilizar a toda costa el gobierno de la ripollista Celia Lledó. En ello también se dejan sus desvelos el diputado monovero Rafael Maluenda y su compañera villenense María José García Herrero. El mal sube de Elda, pueden decir a boca llena en Villena.

A sólo ocho kilómetros, los monoveros están en manos de lo que se puede denominar como el trío de la benzina: inflamable, peligrosa y tóxica. Salvador Poveda gobierna con mano de hierro -y en imposible tripartito- el otrora señorío del ducado de Híjar. Con descaro utiliza su cargo público para favorecer sus negocios y propiedades (no lo digo yo, sino las sentencias de las jueces). La obsesión de sus socios de gobiernos ha sido el urbanismo. Con la crisis del ladrillo sus sueños se han ido al garete.

Si seguimos río abajo, en Novelda, nos topamos con Mariano Beltrá, popularmente conocido como Marianet, al que la sabiduría popular -que nunca yerra para esto- ha rebautizado como Marionet (no debe saberle mal escuchar lo que su pueblo piensa de él). Y es que está manejado por el nacionalista Víctor Cremades. Se trata de un alcalde sin rumbo, ni proyecto. Parece más preocupado por esconder la cara a sus vecinos que ofrecer soluciones. Cuando su pueblo sufre la crisis más devastadora de las últimas décadas, 70.000 euros al año (sin indemnizaciones, ni dietas, ni otros privilegios) tienen la culpa de que se lo aguante todo a su inoportuno socio de gobierno.

Recalemos en las tierras del Tarafa. En Aspe gobierna -es un decir- Nieves Martínez, al que el cargo de alcaldesa le queda manifiestamente grande. Se caracteriza por su miedo a tomar decisiones. El lema electoral que esgrimió para convencer a los habitantes de su recoleto pueblo fue que urgía un cambio tras 24 años de gestión socialista. Bien, pues a día de hoy, nada ha cambiado y casi ha sido peor el remedio que la enfermedad. Entre bambalinas manejan el cotarro los de siempre y para más escarnio en sólo dos años ha logrado decepcionar a todos aquellos que la apoyaron.

De momento dejaré al margen de esta semblanza política a la clase política de Petrer, Monforte del Cid, Pinoso, Sax y Villena, pueblo éste donde Lledó bastante tiene con abrir todos los días el Ayuntamiento para prestar los servicios a sus paisanos.

Tampoco son serafines los dirigentes de esas localidades -ninguno lo somos-, pero en las anteriores se ha asentado una desconfianza tan grande hacia el sistema político local que nadie se corta a la hora de pronunciar cierto comentarios, como los que escuchamos en UPyD en la pasada campaña de las elecciones europeas: "¿Vosotros qué sois? Otro más para robar". Nada más lejos de la realidad. A día de hoy, UPyD es el único partido en condiciones de abanderar la regeneración democrática que necesita España y por extensión los pueblos del Vinalopó. Por diversas causas, esa zona es la que menos ha crecido en la provincia en los últimos 30 años. UPyD es el proyecto político más apasionante que se ha generado desde la transición y necesitamos que el ciudadano de pie (es decir, usted y yo) se implique.