Se conoce por "tiempo de relato" aquel que interviene en el encadenamiento de las imágenes creadas por los artistas, sean escritores o dibujantes de cómic. En consecuencia, dicho tiempo vuélvese nexo unitivo, necesario para revelar un suceso; y se acepta como uno de los elementos fundamentales en los textos literarios. Se plantea así que, frente a un hecho sucedido, el narrador debe actuar desarrollando "in mentis" un devenir o curso temporal; es decir, ha de partir de un punto originario hasta alcanzar un fin o desenlace de la historia. Por tanto, la guiadora traza del "tiempo de relato" no es otra cosa que el hilo conductor utilizado por quien narra, para estructurar su historia desde el origen a la escena final.

Aprendida así su función, resulta importante señalar que el surrealismo en el arte también jugó a trastocar este tiempo de relato, enmarañándolo a veces. Pretende alucinarnos y confundirnos para que el camino de la lectura se nos vuelva misterioso. Acompañando a esta ceremonia de la confusión, se me ocurre citar los ejemplos de algunos cuentos de Julio Cortázar; la novela de Alejo Carpentier "Los pasos perdidos" y la película de Luis Buñuel "El ángel exterminador". Acerquémonos al primero de ellos para conocer su cuento "Continuidad de los Parques", ejemplo donde Cortázar superpone dos tiempos de relato, el de una novela que lee el protagonista y el propio del cuento.

El texto trata de un hombre sentado de espaldas a la puerta de su despacho, abismado en el relato de una novela. Arrellanado en su sillón de terciopelo, vive palabra a palabra, el momento en que el amante se dispone a asesinar a quien le priva de su completa felicidad. El asunto le tiene sobresaltado por las fuerzas de las imágenes. Ve avanzar al asesino, entrando en todas las habitaciones de la casa. De pronto nota un chirrido oyendo abrirse la puerta suya. No se mueve. Conoce su destino: Y como en espera, queda impasible leyendo la novela. ¡Sabe que es la víctima!

Acudamos ahora a la obra de Alejo Carpentier. Cuando penetramos en la lectura de "Los pasos perdidos", una especie de silencio y de noche de selva, nos somete a terrores oscuros. El libro busca la apariencia de simple relato de viajes mas, detrás de la sonora catarata del texto literario, nos topamos -aparte de la narración convencional referida a cierto hombre culto musicólogo que decide conocer el mundo apasionante de la selva-, otra intención escondida. La novela nos va envolviendo en el maravilloso portento de recorrer la historia hacia atrás, caminando directo a los orígenes del hombre. Así el tiempo histórico se superpone al tiempo de relato. Y de esta manera, a medida que el protagonista va penetrando en el corazón de la selva, buscando instrumentos musicales antiguos, entra también en el "tiempo de la historia". Primeramente huye de una ciudad cosmopolita, con devoción al dinero y al placer, hasta alcanzar una primera capital sitiada por insurrectos, apostada en alguna parte de América del Sur que nos queda sin perfil reconocible.

Luego entramos en las siguientes etapas. Las Tierras del caballo, donde el hombre necesita unirse al cuadrúpedo amigo porque debe recorrer grandes llanuras y prados. Más tarde, las Tierras del perro, dado que las veredas se pierden y las sendas se ocultan entre ramas y troncos del bosque y es necesaria la ayuda del can. Después la selva, vasto país vegetal de pocas puertas. Para penetrar en ese mundo, contadas personas lo consiguen. Sólo el Adelantado de la novela de Carpentier conocía las llaves de su secreta entrada. Y, por sorpresa, el hallazgo allí, de un poblado agrícola donde el ser humano llega a ser maestro en la totalidad de los oficios útiles para su subsistencia. Tal vez estamos en el momento histórico de los conquistadores. Pero queda más camino, andando, andando se alcanza la edad del Paleolítico. Hasta que, al término de la difícil aventura, nos tropezamos con las Grandes Mesetas: esa grandiosa "elementalidad de una geometría telúrica", la cual -según Alejo Carpentier- conforma el "armazón del planeta". Instante cumbre puesto que se abre ante nuestros ojos el mundo anterior al hombre. Y el viaje termina allí en los confines de la Creación, cénit donde tiempo y eternidad se confunden. Resumen dramático: el personaje de "Los pasos perdidos" -según confesó su autor- "viaja hasta las raíces de la vida pero, cuando quiere encontrarlas, ya no puede, pues ha perdido la puerta de su auténtica existencia".

Y ahora, sin esperar, faltaría seguir el comentario sobre el cine surrealista de Luis Buñuel. En especial sobre "El ángel exterminador", desquiciante película donde su autor pretende suprimir el tiempo de relato. Al alcance de la mano tengo los datos de la historia, mas creo que la excesiva extensión de este artículo corta mi empeño. Prometo, pues, que volveré con tan interesante tema algún otro día. ¡No lo olvidaré porque vale repasar el inquieto sueño de Luis Buñuel!