Josefa, Ivana, Juana María, Viktorya, Mayorie, Malina, Isabel, Isabel, Alla, Julia Eulalia, Cristina, Teresa, Carmen, Silvia Teresa, Montserrat, Mª Victoria, Mellby, Emma, Fátima Zhora, Vanesa Iris, Mª Alejandra, Mª Isabel, Irene, Antonia, Fatna, Ana, Guadalupe, Farida, Mª Dolores, Mercedes, Mónica, Inés Delfina, Rafaela, Felisa, Milagros, Andrea Valeria, Emese, Zhour, Carmen, María del Carmen, Amelia, Mª Monserrat, Niscauris, Irmgard Elisabeth, Mª Belén, Johana Elizabeth, Mª Rosa, Rocío, Sarah Marie, Rosario, Catalina, Fatiha, Rosa, Piedad, Saida, Mª Dolores, Carmen, CristinaÉ y elige cinco nombres de mujeres más (no he conseguido averiguarlos) hasta sumar las 63 asesinadas hasta el 19 de noviembre de 2010 (sin contar a Isabel, Laura y Sabrina, pues están investigando si constituyen o no casos de violencia de género según la tipifica nuestra normativa).

Privar a una mujer de la vida en su puro sentido físico es el mayor grado al que puede llegar la violencia de género, pues ahí agota su recorrido. Pero la violencia de género no son sólo los golpes hasta la muerte, ni sólo lo es la infligida por la pareja o ex pareja. Así la hemos acotado en nuestro país legalmente, dejando fuera otras muchas formas de violencia que sufren exclusiva o mayoritariamente las mujeres, tal y como la ONU viene reiterando en numerosas resoluciones desde que en 1979 se acordara la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. No hay espacio para enumerarlas aquí, pero sí para recordar que, tal y como se afirma en el Preámbulo de la L.O. 1/2004, la violencia de género "se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad". La violencia contra las mujeres o violencia de género es, pues, ni más ni menos, la punta del iceberg de la desigualdad existente en las relaciones entre mujeres y hombres. No hay que buscar más raíces para ese fruto venenoso de la violencia que esta desigualdad. Pero el terreno que habitamos es convenientemente abonado para seguir produciendo esos frutos. Tipos como Sostres, el alcalde de Valladolid o Sanchez-Dragó son una suerte de capataces agrícolas a los que sigue una buena cuadrilla de obedientes (cuando no entusiastas) braceras y braceros que se afanan en arrancar cualquier brote de igualdad, fortaleciendo así la violencia de género. Creo que compartimos que no es buena cosecha. Si queremos cambiarla no basta con sembrar la semilla; hay que cuidarla, darle buen abono, protegerla de las plagas. Y, sobre todo, digamos alto y fuerte que somos muchas las personas que sí queremos cultivar la igualdad. Si estás en Alicante, nos vemos el jueves 25, a las 19.30 en la plaza de Calvo Sotelo para decir no a la violencia de género.