De vez en cuando, la vida te ofrece la oportunidad de ver a los indios sioux corriendo a gorrazos al Séptimo de Caballería. Se trata de ocasiones excepcionales, en las que el argumento tradicional de la película cambia abruptamente de dirección y nos conduce a un final inesperado, en el que el pez chico se come al grande.

Los que hemos seguido la actualidad alcoyana a lo largo de los últimos once años hemos tenido el privilegio de asistir a uno de esos momentos irrepetibles, que les podremos contar a nuestros nietos. Hemos visto como un grupo muy reducido de ciudadanos, sin más medios que la convicción de que se iba a cometer una injusticia, ha logrado paralizar el descabellado proyecto para construir un hotel de lujo en el corazón de la Font Roja. Ha sido una batalla muy desigual. En un lado del ring, estaban el Ayuntamiento y la Diputación con un inagotable caudal de fondos públicos y de medios para presionar a la opinión pública. En el otro, una coordinadora cívica, que solo podía oponer su voluntarismo y el rigor de sus denuncias.

Ahora, cuando la llegada del tripartito al Ayuntamiento ha paralizado definitivamente el polémico proyecto del hotel, es un buen momento para reflexionar sobre una campaña ciudadana, que nos retrotrae a aquellos añorados tiempos en los que Alcoy era una sociedad concienciada y con una legendaria capacidad para la movilización popular.

La primera conclusión que se extrae de estos acontecimientos es la evidencia de que cuando la gente se decide a defender sus derechos, es posible derrotar a la poderosa maquinaria del poder. Los cerebros pensantes de las concentraciones del 15-M, que estos días llenan nuestras plazas, deberían estudiar en profundidad esta movilización alcoyana, que ha conseguido alcanzar sus objetivos con éxito y que se ha desarrollado de una forma absolutamente transversal y al margen de las estructuras de los partidos políticos.

En estos momentos de balance, también es inevitable referirse al acierto estratégico con que se ha pilotado esta operación. El PP, como máximo y solitario defensor del hotel, ha utilizado el insulto, la amenaza y la presión como únicos argumentos. La coordinadora ciudadana ha respondido siempre desde la mesura y el razonamiento, en una actitud que le ha permitido captar apoyos en sectores muy alejados del ecologismo radical. Nos hallamos ante la paradoja de que los políticos profesionales han defendido el proyecto desde la visceralidad y el amateurismo, mientras que los amateurs (los miembros de la coordinadora ciudadana son, al fin y a cabo, personas que se dedican a estas cosas en su tiempo libre) han actuado con una ajustadísima visión política.

Hasta la fecha, los políticos alcoyanos tenían un único tema intocable en sus agendas: las Fiestas de Moros y Cristianos. El final del contencioso del hotel añade un nuevo capítulo a este catálogo de materiales altamente peligrosos: la Font Roja. En los corrillos politiqueros de los bares ya hace semanas que se habla de la Maldición del Carrascal. Se señala que los dos principales defensores de la polémica infraestructura hostelera -Jorge Sedano y José Joaquín Ripoll- han acabado con sus carreras políticas seriamente perjudicadas, tras intentar meterle mano a la montaña sagrada de los alcoyanos.