Se me hace difícil abstraerme del mundo sanitario. Si dejamos de insistir en defender nuestro sistema de salud, acabaremos como los gringos: Quien pueda, que se pague la asistencia sanitaria; quien no, ya sabe. Mientras Obama sueña con conseguir lo que nosotros tenemos desde hace décadas, aquí andamos jugando con fuego. En alguna ocasión me he referido a ese afán que caracteriza, a algunos eminentes descerebrados, por desmerecer a los servicios públicos y, en concreto, a los sanitarios. Llega un momento en que uno empieza a desorientarse, a no saber de dónde vienen los golpes porque, de un modo u otro, todos acaban produciendo igual daño a la Sanidad. Los neoliberales, con su comportamiento cada vez más irracional de recortar el gasto. Los supuestamente progresistas, incrementando el malestar y rayando en un alarmismo tal que genera desconfianza en lo que aún hoy sigue siendo uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Porque, como bien lo definió José Ignacio Echániz, consejero de Salud de Castilla-La Mancha, el sistema sanitario español sigue siendo la "joya de la corona". Posiblemente sea ésta la razón por la que exista tanto interés en venderla al mejor postor, empezando por él mismo.

Hace un mes que Luís Lozano, secretario general de FSP-UGT-PV presentaba un informe sobre la sanidad valenciana con un título algo sensacionalista: "Cuestión de vida y muerte". Reconozco que la filiación política y sindical de sus autores puede generar alguna duda respecto a la credibilidad del documento aunque, en cualquier caso, éste merece una lectura antes de calificar su contenido. El informe concluye que 2.750 personas fallecen al año por razones exclusivamente imputables a las deficiencias de la gestión del servicio público de salud valenciano. Una afirmación excesivamente arriesgada, dado que la metodología del informe no es la adecuada para formular este tipo conclusiones. El asunto podría haber quedado en nada si no fuera porque, esta misma semana, las dos Sorayas -Rodríguez y Sáenz de Santamaría- se han enzarzado en las Cortes Generales con el dichoso libro, volviendo a poner en tela de juicio la eficacia del sistema sanitario valenciano. Visto el documento -estas cosas hay que leerlas y no opinar de oídas?-, no acabo de encontrar la relación causa-efecto entre el modelo de gestión "tipo Alzira" -con el que, por otra parte, soy manifiestamente crítico- y la mortalidad evitable, independientemente de que pueda coincidir con los autores en las deficiencias de la gestión pero nunca del sistema.

Llegar a afirmar que "no habrían fallecido prematuramente si el cuidado de su salud hubiese sido encomendado a los servicios públicos de salud "españoles" (sic), en lugar de la Agencia Valenciana de Salut", parece impropio de algunos de los autores a los que tengo por infatigables defensores de la sanidad pública, como Luís Lozano, Miguel Usó o Ignacio Subías. Seguro que no existe, por su parte, ánimo preconcebido de ofrecer una imagen irreal y negativa de nuestro sistema sanitario, que sólo beneficiaría a quienes pretenden que éste se deteriore en favor de las idílicas bondades de la sanidad privada. Pero tengo la impresión de que este amarillismo acaba dañando igualmente al sistema sanitario y debe exigirse mayor prudencia. Mientras el gobierno intenta desprestigiar y deteriorar a la sanidad pública a golpe de recortes, la oposición se permite echar más leña al asador y recurrir a una demagogia grosera. Al final, entre todos la mataron y ella sola se murió. Como bien defendía en las Cortes Generales el ex-conseller de Sanidad y hoy diputado nacional, Manuel Cervera, no debemos poner en cuestión un sistema que es patrimonio de los españoles. La cuestión estriba en aplicar a la práctica tan acertada frase.

En este contexto de un supuesto caos sanitario -el caos es gerencial, que no de servicios-, Susana Abia entrevistaba, el pasado domingo en INFORMACIÓN, a Jaime Carbonell, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Alicante. Reconozco mi debilidad por entrevistado y entrevistadora, dos peculiares especímenes sin pelos en la lengua y con mucho recorrido a sus espaldas. "Desde la Generalitat están buscando el ahorro exclusivamente, y encima no lo hacen de una manera eficaz ni pensando en mejorar el servicio que se presta", declaraba el boticario, dando juego a que la periodista le preguntara si la Generalitat tiene algún tipo de planificación sanitaria o va a salto de mata. Y el presidente de los farmacéuticos contestaba sin tapujos, afirmando que la Conselleria de Sanidad no dispone de planificación alguna, al tiempo que consideraba que "el conseller no sabe y encima no está bien asesorado, porque en la Conselleria hay muy buenos técnicos y a ellos no se les ha consultado nada". No salió bien parado el conseller Llombart, al que acababa calificando como novato e inexperto.

¿Lo quieren más claro? Pues me uno a la opinión de Jaime ¡Faltaba más! Atiendan al detalle de estas declaraciones. En la Conselleria -como en el sistema sanitario valenciano, me permito añadir- hay excelentes profesionales. El problema radica en que no se les pregunta. En su lugar se recurre a esas empresas consultoras que acaban llenando papelitos de gráficos y contando batallas desde el más profundo desconocimiento de la realidad. Como resultado, acaban generando documentos dirigidos a justificar y legitimar las actuaciones que ya están previamente decididas en algún despacho ¿Creían que servían para otra cosa? De seguir vivo, Laurence Peter bien podría asesorar a la Conselleria de Sanidad, poniendo en práctica el principio que le hiciera famoso: Aquellos que hacen bien su trabajo acaban siendo promocionados hasta llegar a su nivel de incompetencia. Todo el mundo es bueno, sí señorÉ pero un puesto por debajo del que ocupa.

La solución para olvidarnos de tanta milonga es bien simple: un modelo de financiación equitativo, que deje de castigar a esta Comunidad. Menos mamoneo y más poner la cara en Madrid, que con González, Aznar, Zapatero o Rajoy, nadie se ha atrevido a poner el cascabel al gato. Solo faltaba Montoro con sus tonterías ¡Dios, lo que hay que aguantar!