Escuchar las composiciones de Ennio Morricone con sordina, o peor aún, pasándolas por el tamiz de la distorsión hasta convertirlas en una cantinela gangosa, desagradable y desafinada podría ser tildado de pecado mortal o hasta de sacrilegio, en términos melómanos. Pero eso es lo que justamente ha ocurrido durante las últimas semanas en la sala B de los cines Ana de Alicante, donde se proyecta con un éxito desacostumbrado la película de Giuseppe Tornatore, que cuenta con la hasta el momento última banda sonora del maestro italiano.

Hemos dejado pasar cuatro semanas desde su estreno para no perjudicar su carrera comercial en taquilla, pero a raíz de una oportuna carta al director firmada por Pere Miquel Campos en este diario como espectador damnificado, viene a cuento sacar a la palestra este caso.

Hace pocos días celebrábamos en esta misma columna la buena nueva de que las salas A y C de los cines Ana se hubiesen digitalizado. Por la misma regla de tres lamentamos el abandono a que son sometidas tanto la sala B de los Aana como el cine Navas, cuya imagen y sonido dejan mucho que desear. Por eso es tan loable que espectadores responsables como Pere Miquel ejerzan su derecho a la queja. En su misiva, relataba a la perfección cuánto le costó elevar una queja por escrito como consumidor. Y cómo, pese a las dificultades, un grupo de hasta catorce personas afectadas no cejó en su empeño.

Cuántas veces los espectadores no ejercemos nuestros derechos, aunque se nos dé gato por liebre. Viendo y escuchando en tan penosas condiciones La mejor oferta (con Mario Gas doblando a Geoffrey Rush) recordé mucho el visionado de la penúltima película de Tornatore vista en Alicante, Baaría, exhibida en la sala 12 de los cines Yelmo. Fue una proyección excelsa. Imagen y sonido de 10 sobre 10. Sólo hubo un problema: apenas fue alguien a verla. Valoremos lo que tenemos. Denunciemos lo que nos falta. Nadie lo va a hacer por nosotros.