Aprovechando que hoy es un día en el que se bebe, voy a hablarles del grupo municipal socialista del Ayuntamiento de Alicante. Se lo merece. En estas fechas en las que no pocos hacen un ejercicio de hipocresía para aparentar unas formas alejadas de las habituales, los ocho ediles en cuestión permanecen fieles a su estilo y ahí están, matándose en plenas fiestas. El motivo de la disputa gira en esta ocasión en torno a los asesores que, al enterarse uno, lo primero que piensa resulta obvio: ¿pero es que, además, tienen asesores? Y para qué los utilizan, ¿para afilar las navajas? Seguramente en lo que coincidirán los bandos que componen la representación ciudadana de la formación es en que los medios de comunicación -este en concreto- no se hacen suficiente eco de sus iniciativas. Sí, es posible. E igual responde al hecho de que se le suele dar cabida a aquellas cuestiones que observan un mayor interés para la opinión pública. Y, sin embargo, esta cabecera lleva dedicadas varias páginas a la batalla interna con la que las distintas facciones están intentando liquidarse, mientras desde Valencia la cúpula no sabe ya hacia dónde mirar. Por la parte que nos toca y dados los costes en los que nos hemos metido con el papel, sería conveniente que el golpe de gracia se lo dieran lo antes posible. Creo que los lectores también lo agradecerían y, los militantes que aún resisten, qué les voy a contar. Dentro de la coherencia con la que este grupo menguante viene comportándose desde hace unos cuantos lustros, es necesario reconocer que le da lo mismo estar inserto en una época de bonanza, templada o tremenda como esta. El pesoe ha conseguido que su presencia en el Ayuntamiento de Alicante suponga que, cuanto más cuestionados se encuentren los regidores con mando en plaza y cuanto más perdido esté el rumbo de la ciudad, mayor respaldo alcanzan en las encuestas e, incluso, en las urnas. De hecho estaba convencido que compartían los asesores.