Abarcar mediante el cinematógrafo todos los ámbitos de la Festa d'Elx sólo se ha podido realizar a través de una visión exótica, para dar a conocer un fenómeno local y único al mundo, mostrando la obra en conjunto, siguiendo las películas la primitiva sintaxis cinematográfica del lenguaje documental; y a través de una visión cultural, en que la representación es una fuente que provee otras obras de arte, dando a conocerla como un conjunto de expresiones artísticas separables y reutilizables en otras disciplinas, como el cine de ficción, dentro de películas en las que se recurrido a determinados elementos del Misteri para apoyar una narración filmada.

¿Sería capaz de mostrar toda la plasticidad de una representación como ésta? El Misteri d'Elx ha ayudado artísticamente a algunas películas, prescindiendo, eso sí, de todo recurso teatral, y recurriendo al elemento más versátil para adaptar al medio cinematográfico, la música.

Así ocurrió en «Peppermint Frappé», que rodó Carlos Saura en 1967, con Rafael Azcona y Angelino Pons de guionistas y con el compositor Luis de Pablo, que aportó con muy buen criterio sus conocimientos musicales, utilizando la grabación realizada por Óscar Esplà en 1961 para la colección de música antigua de Hispavox, que abre espectacularmente la película. Fue posible por dos motivos: obviamente porque los cantos de La Festa d'Elx tienen una carga religiosa que, en determinados momentos cinematográficos, pueden remarcar el carácter de ciertos personajes, como es el caso aquí de José Luiz López Vázquez, e, implícitamente, porque eso que acompaña una determinada escena sirve para explicar también alguna situación de la historia que se cuenta .

La utilidad del Misteri también ha sido una herramienta experimental, y esto ha sido posible de la mano de un artista como Salvador Dalí, que había incorporado el Dogma de la Asunción a su ideario personal, como se puede apreciar en la reproducción que en 1953 la revista Festa d'Elig hizo de uno de los cuadros con los que había triunfado en Nueva York, «Asunción corpuscularia lapislazulina». Dos años después de conocer el Misteri, rodó en 1975, en colaboración con el cineasta José Montes Baquer, un tributo al excéntrico poeta, novelista y dramaturgo francés Raymond Roussel (1877-1933), «Impressions de la Haute Mongolie», y sólo viéndolo se puede entender la utilización de la música del Araceli en determinados momentos. En fin, una película determinada por el fetichismo y la provocación, y definida por el novelista y cineasta ilicitano Vicente Molina Foix como un «diario egocéntrico».

Precisamente Molina Foix en «Sagitario» ha sido el último, en 2001, en aprovechar para el cine la música de La Festa, a partir de una partitura de Luis Ivars, que en la parte vocal mezclaría las interpretaciones de piezas originales con otras versionadas a partir de la partitura de la consueta, y que en la parte instrumental, destacaría mediante la inspiración en la partitura original para componer piezas con entidad propia que realzaron situaciones dramáticas diversas.

¿Cómo utilizar los elementos más propios de La Festa y menos inverosímiles en una ficción que debe convencer al espectador? Retratando lo más fidedignamente el hecho en cuestión, empleando las herramientas del cine documental. Uno de los cineastas que lo consigue es Berlanga, curiosamente, y aunque parezca imposible, sirviéndose de la censura, que pudo estar detrás de la inclusión de Elche a través del NO-DO en «Los jueves, milagro», de 1957, en la que un falso san Dimas es desenmascarado frente a la pantalla de un cine que muestra los actores del Misteri.

Quizá deje mejor sabor de boca la utilización de algunos elementos del Misteri d'Elx, que a través de imágenes e historias muy distintas a la original, pueden conducir a la evocación o al interés por nuestra Festa. Sin embargo, desde los inicios del propio cine las características escenográficas propias de La Festa hacen difícil con todos los avances técnicos al alcance solucionar la simultaneidad y la multiplicidad de escenarios del teatro medieval. Pero ello no ha impedido que algunos cineastas lo intentaran.

Si nos remontamos a la época del cinematógrafo silente es posible que se rodaran un buen número de películas sobre La Festa. Muchas no nos habrán llegado por culpa del soporte inflamable sobre el que quedaban impregnadas las escenas rodadas, y a causa también de las mismas escenas, mudas, muestras de un cine que había dejado de ser rentable al mercado, a lo que se añadió la destrucción de los almacenes de las productoras y exhibidoras bajo el poder republicano durante la guerra.

Tras la proclamación del dogma se buscó desde el Patronato la promoción de la catequesis que suponía el Misteri mediante una película pero la debilidad económica del Patronato lo impidió. Tras algunos intentos, lo consiguió, sin contar con esta voluntad religiosa, el documental en blanco y negro «Das Mysterium von Elche (Ein Bericht aves Südspanien)», que rodó Heinz Dieckmann en 16 mm para la televisión alemana ZDF. Este documento de la fiesta mayor de un pueblo del mediodía español, según el título, se abastecía a lo largo de sus setenta minutos de los aspectos sociales que identifican la comunidad que mantienía año tras año la tradición de representar la dormición y asunción a los cielos de la Virgen María, con la repetición de una serie de ritos que el director encontraría de lo más exótico.

En agosto de 1972 se rodó otro documental bajo la producción de la televisión francesa, que encargó a un director de Albacete exiliado en París su realización, José María Berzosa. «La música y nosotros - Los misterios de Elche», ni siquiera se vió, ni se tiene copia a pesar de los esfuerzos de José Ferrández Cruz. El siguiente intento no tardaría en llegar, una vez que Gudie Lawaetz fue seducida en el verano de 1976 de la mano de Lluís Llach. Con financiación extranjera, la filmación empezó en invierno de 1977 con las fiestas de la Venida de la Virgen María para acabar en agosto de 1978 con la solemnidad de la coronación, después de 95.000 pies de película en 16 mm, que corresponderían a unas cuarenta horas, el que supuso un cuidadoso trabajo en la mesa de montaje, tal como se explicará en el curso. De hecho, dos décadas después, cuando ni Elche ni La Festa eran las mismas que rodó Gudie Lawaetz, la película de 1978 se convirtió en una pieza clave para la petición de Patrimonio de la Humanidad.

Una Festa que es fácil añorar si atendemos a documentales posteriores. El último acercamiento con carácter cinematográfico ha sido el de Pablo Mas a través de «Los Ángeles del Misterio». Si ya es complicado filmar o retransmitir cualquier representación actual porque la perspectiva del público no puede ser nunca asumida por las cámaras de televisión, más todavía hacerlo de una obra que se remonta a finales del siglo XV, con unos criterios de puesta en escena diferentes a los de hoy en día. Desde frente a una pantalla el espectador tiene la impresión que el Misteri d'Elx esconde algo más que no ha podido ser grabado.