Opinión | Tribuna
Álvaro Giménez García
Antonio Gracia y la palabra como salvación
Si algo caracteriza los tiempos que estamos viviendo desde que se inició el periodo de crisis económica es el resquebrajamiento de aquellos valores que el siglo XX había fijado como inamovibles. El último que se ha puesto en duda ha sido el de la libertad de expresión. Tras los atentados contra el semanario francés Charlie Hebdo, se ha abierto el debate sobre un presupuesto que parecía inalienable a las sociedades modernas y democráticas.
La expresión de un pensamiento independiente, ya sea por medio de la creatividad plástica de una viñeta, a través de la palabra hecha poesía o proyectada en artículos de opinión y novelas con fina pero acerada ironía, ha jalonado los distintos periodos de la centuria anterior con la fortaleza de un derecho universal. En el campo de la poesía, por ejemplo, son numerosos los autores que nos hablan de este hecho, desde Miguel Hernández y su poesía recogida en libros como Viento del pueblo o El hombre acecha, a Gabriel Celaya y su verso convertido en arma cargada de futuro.
En nuestra contemporaneidad, y alejándonos de las urgencias de periodos tan convulsos como los vividos por esos poetas, la importancia de la palabra como un elemento liberador de la conciencia del ser humano sigue vigente en el fenómeno poético. Un buen ejemplo de ello es la trayectoria del poeta Antonio Gracia.
Con una extensa obra publicada desde 1975 en casi una quincena de poemarios, Gracia indaga en sus versos sobre la complejidad del ser humano. En un primer momento, aquel que se recoge en la antología Fragmentos de identidad (Aguaclara, 1983), el poeta se centra en intentar explicarse a sí mismo, alumbrando un oscuro y zozobrante universo interior amenazado por la devastación y el dolor. Ese camino, marcado por la palabra y el verso elegíaco, cambia, sin embargo, a partir de su poemario Hacia la luz (Aguaclara, 1998), y en los siguientes, integrados posteriormente bajo el título Fragmentos de inmensidad (Devenir, 2009). Gracia abandona su ensimismamiento y pone la palabra poética al servicio de la salvación del ser humano. Ya no aparece el canto dolorido, sino el himno enaltecedor y el ansia de infinitud y eternidad. Antonio Gracia nos manda un mensaje optimista y que debe clarificar la duda sobre los límites de la libertad de la expresión artística. Por encima del mundo caótico en el que vive, el ser humano debe trascender y su arma no es otra que la creatividad que le ofrece el arte, las artes, de la pintura a la música pasando por la literatura, donde el pensamiento fluye libremente: el arte concebido como un conjuro para ayudar a vivir, en palabras de Ángel Luis Prieto de Paula.
La obra de Gracia, pues, nos recuerda la necesidad que el hombre tiene de la poesía y de la literatura, en particular, y del arte, en general, para salvar y enaltecer su existencia y su pensamiento. El miedo solo es la expresión de los que todavía se aferran a las oscuras grutas de la caverna platónica.
Auralaria, la Fundación Cultural Miguel Hernández y la Concejalía de Cultura, organiza el III encuentro del Aula de Poesía Miguel Hernández dedicado a Antonio Gracia, el 21 de febrero en el Auditorio de la Lonja de Orihuela
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