No sé por qué pero, desde que supe quién era el candidato socialista a la alcaldía de Alicante, Gabriel Echávarri, no he dejado de recordar un momento, una y otra vez, aquel viejo chiste de Eugenio.

Verán, se trata de una persona que se cae por un precipicio y queda enganchada a una rama. Entonces, comienza a pedir ayuda cuando, de pronto, escucha la voz de los ángeles que le dicen que allí están ellos, que se suelte y que lo recogerán en su caída y lo llevarán hasta un lugar seguro. Es en ese momento en el que el hombre, aún más desesperadamente, comienza a gritar insistentemente ¿Pero, hay alguien más?

Desde que Echávarri presentó su candidatura ha habido de todo y, casi todo, malo. Desde su apadrinamiento por el perenne Ángel Franco, pasando por la contratación de asesores pertenecientes a la «competencia», hasta las famosas polémicas en las redes sociales.

Sin necesidad alguna de ello, hay que reconocerle que ha conseguido por méritos propios que, una vez más, la política en Alicante sonroje la cara de cualquiera.

Y digo yo: ¿Es que no había nadie más en el partido? ¿O es que, realmente, lo que pasa es que creen que los alicantinos no merecemos más?

Quizás sea esto último.

Al fin y al cabo, durante años hemos permitido y permitimos, a los unos y a los otros, que hablen y jueguen con nosotros y nos manipulen a su antojo sin tener la oportunidad siquiera, cuando llegan las elecciones, de tener ante nosotros un candidato de peso, además del pesoe.

Y es que mucho me temo que, en realidad, desde hace tiempo para ellos el chiste somos, realmente, nosotros.

Debe ser algo así como: ¿Saben aquel que diu que existía una ciudad llamada Alicante?