Tras la «media plantà», fin de fiesta surrealista.

Rifas, lotería, fichas, anuncios? Todo lo que se pueda hacer por recoger dinero para la fiesta es poco.

Después de un año de esfuerzo por parte de la comisión, llega el «día de la plantà». Toda la gente se imagina cómo esas piezas de madera y cartón (y corcho por un tubo, por supuesto), pueden llegar a convertirse en un monumento de «primera categoría» que al fin consiga llevarse un premio tras unos cuantos años de sequía.

Pero no. Llega el momento de la verdad, y lo que tenía que ser, se queda en sueño. La hoguera se parece al boceto como un huevo a una castaña (castaña pilonga podría describirla perfectamente).

Tras unos cuantos berrinches e indignación de los comisionados por la descalificación del monumento, que no estaba terminado, y un sinfín de explicaciones a vecinos, colaboradores y visitantes, la fiesta continúa.

Se intenta pasar lo mejor posible los días de hogueras que quedan, que tanto anhelan un alicantino y, por descontado, un comisionado.

Y llega el día de la cremà. Parece que todo va a salir bien. Todos están esperando la gran palmera que señala el inicio de la noche de San Juan. Pero, ¡oh, sorpresa!. Un bombero puntualiza que si se quiere quemar la hoguera infantil primero, ha de ser a las 23:30.

¿23:30?, se preguntan todos los presentes. ¿No debe ser en teoría la cremá a partir de la medianoche? ¿Qué pasa con nuestras tradiciones?

Aaaah? es que los bomberos tienen prisa porque tienen que estar a las 01:00 horas en la cremá de la ganadora de Especial.

Bueno, qué se le va a hacer. La cosa está justa de efectivos.

Arde la infantil y los niños se divierten (ajenos al mosqueo generalizado entre los mayores).

Y, por fin, llega la cremá de la adulta. Prenden traca y monumento y la música suena. Los esfuerzos de todo un año se convierten en humo y ceniza? ¿O no?

El cuerpo central de la hoguera sigue intacto? y empiezan a echarle agua.

¿Pero qué hacen?, ¡¡Si aún no ha caído!!, grita la gente. Y la hoguera deja de arder.

¡Como no cae, atamos una cuerda al armazón central y con un pequeño tirón la echamos abajo!, piensan los bomberos.

Se cogen cuatro bomberos a la cuerda y tiran, tiran? Pero nada, como si soplaran a una casita de ladrillo.

¿Pero qué hacen?, grita todo el mundo. ¡¡¡Buuuuuuhhhh!!. Y continúan con otras frases como: «La hoguera se quema, no se tira».

Solución: ¡Pepe!, ¡coge la motosierra y dale caña.

Arranca la motosierra (seguimos pensando si esto era la noche de San Juan o la noche de Viernes 13), y le propina varios tajos a la estructura?

Pero nada, la hoguera ha dicho su última palabra. Quiere ser quemada como Dios manda.

Como parece apagada, se pone precinto policial a su alrededor, y adiós. Como si la vida les fuera en ello, corriendo se marchan.

Y aquí, en el barrio, esperando una bonita cremà, nos quedamos alucinados con el panorama.

Hace un rato teníamos un «monumento» y ahora tenemos dos torres petrolíferas (ennegrecidas y todo).

¡Pero qué buen trabajo! La madera de la parte central que parecía ignífuga, de repente, vuelve a arder.

¿Dónde están los bomberos? ¡Coge el teléfono y llamadlos rápido, que aún tenemos una desgracia!

La estructura central, empezando a arder de nuevo, la base debilitada por los cortes de la motosierra y ningún efectivo que controlase la situación.s

Aparecen dos motos de la Policía Local y a continuación nuevamente los bomberos. Apagan el conato de llama en la torre y se marchan.

Allí siguen solitarias las dos torres centrales calcinadas esperando su final, que no es otro que ser derribadas por la excavadora que venía a recoger las cenizas.

En fin, una noche para olvidar, o casi mejor para recordar y esperar que nunca se vuelva a repetir.