Cuatro años han pasado desde que los españoles depositaran de forma mayoritaria en las urnas su confianza en el Partido Popular. Una eternidad para algunos, que vacíos de propuestas realistas y conscientes de su merecida derrota han contado cada segundo entre guerras intestinas al verse despojados del poder. Apenas un suspiro para otros, políticos y ciudadanos a quienes con largas jornadas de trabajo y sacrificios todas las horas del día les han parecido pocas para sacar a su país del atolladero en el que se encontraba.

Más allá de la subjetividad con la que se pueda percibir el paso del tiempo en función de cada una de las actitudes, hay una verdad que es irrefutable: España es hoy en día un mejor lugar que cuando Zapatero, tras dos legislaturas de funesta gestión, abandonó La Moncloa. Lo ilustran los datos. En diciembre de 2011, nuestro país aportaba la mitad de los parados a Europa tras destruir 3,5 millones de empleos, la caída de la recaudación se cifraba en 70.000 millones de euros, tenía un sector financiero al borde del colapso, cientos de miles de facturas sin pagar, una deuda sanitaria de más de 16.000 millones y un déficit de tarifa energética de 26.000. La desconfianza de los mercados con respecto a nuestro país era total. Una herencia envenenada por parte del PSOE que, incomprensiblemente, apela a recuperar su candidato Pedro Sánchez.

48 meses después, los datos hablan por sí mismos. España es un país alejado del abismo en el que se encontraba. Somos la economía que más crece en la zona Euro y tenemos la mitad de déficit. A diferencia de 2011, la mitad de los empleos de todo el continente se crean dentro de nuestras fronteras y somos el segundo lugar donde hay más contratos indefinidos. Basta con mirar alrededor. Donde antes sólo había pesimismo y falta de alternativas, ahora hay esperanza. Cuando había familias enteras en paro y sin posibilidades, hoy todos conocemos a alguien que ha conseguido reinsertarse en el mercado laboral para, no sin pocos sacrificios, reconducir su situación social y económica. No sólo eso. Las rentas medias y bajas han contado con más dinero disponible debido a la bajada de retenciones por la reforma fiscal. Se ha consignado la mayor partida presupuestaria para becas de nuestra historia en una sólida apuesta por la formación. Sin olvidar que con la puesta en marcha de una tarifa plana de 50 euros y la posibilidad de compatibilizar la prestación de desempleo este país se nivela con los más avanzados del mundo en cuanto a autónomos y trabajadores por cuenta propia. Hay más renta disponible y el consumo se ha incrementado, algo que repercute especialmente en una tierra como la nuestra, que bate récords en afluencia de turistas -nuestro aeropuerto ha registrado el mejor noviembre desde 2007-, muchos nacionales. Mientras unos proponen lastrar la rentabilidad con tasas incoherentes, otros hemos apoyado y favorecido una renovación de infraestructuras y planta hotelera que nos sitúa a la vanguardia en modernidad y competitividad. El turismo es pieza clave en la provincia de Alicante, pero también lo son sus sectores productivos, con industrias que son referencia en sus respectivas áreas y que distribuyen tanto dentro de nuestras fronteras como exportan a todo el mundo. Su visión y afán de superación ha sido clave en que se inviertan las tornas, pero también el apoyo que desde el Partido Popular se ha dado tanto en términos fiscales como de seguridad económica. Estabilidad y confianza de los mercados.

Afrontamos también un gran reto interno debido a la deriva secesionista. Iniciada en Cataluña, sí, pero que amenaza con extenderse también a nuestra Comunidad, donde un partido como el PSOE, que hace campaña con la bandera de España, pacta con formaciones pancatalanistas. O apoya conductas radicales y populistas de las que lamentablemente tenemos numerosos ejemplos en nuestro entorno tras sólo seis meses de gobiernos locales sustentados en débiles pactos artificiales: una concejala que se sentará en el banquillo de los acusados por transgredir las normas básicas de convivencia de nuestro sistema sin que su alcalde, socialista, exprese la más mínima reprobación; o incoherencias y desacuerdos que paralizan el funcionamiento de la Administración. Zozobra y mala gestión florecidas con la siembra de populismo y deagogia.

Mi compromiso como senador por Alicante es el mismo: defender los intereses de la provincia y su población haciendo valer su peso en el turismo y la industria. Trabajo, unidad y seriedad para seguir ocupando el sitio que nos corresponde en España y en el mundo.