Era Nochebuena en Alicante. Luces mortecinas deprimiendo las calles; son tristes pero de bajo consumo en las fechas donde más se gasta y se derrocha. Mi kiosquera de San Juan me cuenta que Murcia sí da gusto verla estos días. El acuario de la Plaza Nueva, en obras a pesar de las promesas de que estaría en Navidad. Una más. Tal vez es una cuestión de retraso. Ya saben, los peces se estresan en un buen hábitat; los sin techo, debe ser que no. Ni tampoco los pájaros enjaulados, los mariscos en viveros, los pollos en las granjas o los cerdos hacinados camino del matadero. Pero Raúl Mérida es el objetivo a batir. ¿Por qué será?

Eso sí, observo con sofoco el atentado a la inteligencia de llamarle a una calle del Negre Lloma junto al Ayuntamiento. Quizás sea un símbolo por proximidad para los que necesitan hacérselo ver. Junto al Museo de Belenes, el rótulo de carrer Tío Cuc. Enfrente, en la pared del Banco de España, el de calle Teniente Álvarez Soto. Aquí queda resumida, en ese breve paseo con lo que de verdad me merece la pena, la «actividad» municipal.

El color lo ponen los comercios, el horror las personas durmiendo a la intemperie. Veo por Maisonnave a las ocho de la tarde vagabundos ya aposentados en el suelo de los cajeros cubiertos de los bancos. Y pensando en suelo, me acuerdo de las cláusulas esas que supusieron un abuso más al que la Unión Europea ha tenido que poner freno y a cuyos perjudicados, qué ingenuidad la mía, deberían notificarles las entidades bancarias el dinero que en justicia les corresponde devolverles.

Paso por delante del Ateneo y en el pequeño rellano que da acceso a la puerta otro mendigo dormitando para pasar una «Nochemala» más. Unas calles más abajo, solo me faltaba escuchar el emotivo villancico de Noche de Paz al desgarrador violoncello de un gran músico al que no avergüenza recibir un euro que no pide.

Me cruzo con varios conocidos, nos deseamos mutua y tópicamente felicidad; luego hablo por el móvil con amigos y familiares que están lejos. Lo de todos los años.

Y pienso en el significado real de la Navidad; en que Jesús nació en un mísero establo y María y José tuvieron que huir como emigrantes perseguidos a Egipto llevando en brazos a un Mesías que había que aniquilar y terminó torturado en una cruz. Y leo que son Cáritas, Cruz Roja, el Banco de Alimentos, órdenes religiosas y parroquias las que se encargan de abastecer de comida caliente y cobijo digno a muchos sin techo. ¿Y las formaciones políticas y los sindicatos de trabajadores?

Sigo pensando y preguntándome. ¿Dónde están los progresistas a los que preocupan más los animales que las personas o hacen muy poco para evitar que estos días y siempre esté Alicante cuajada de seres humanos durmiendo en los cajeros? No se trata de mostrarse especialmente sensibilizado en estos días y darles unas monedas que solo van a paliar por horas su miseria, tal vez gastadas en vino de tetrabrik para intentar ahogar las penas eternas. Hay que realizar, derechas e izquierdas, políticas sociales dirigidas a aquellos residentes en esta tierra a los que los suyos damos la espalda. No digo que no haya profesionales de la mendicidad que se aprovechan para hacer caja pero luego tienen un hogar donde dormir. Pero el que está en la calle, no lo hace por gusto.

En fin, como siempre. ¡Oh triste Navidad! donde recordando al que nació pobre y murió mártir podíamos ser un poco más consecuentes. Él dijo aquello que leemos en Mateo 25:40.