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F. J. Bernabé

Atadas y bien atadas

Hay que dejar las cosas atadas y bien atadas. Y aun así, nunca está del todo garantizado que no haya problemas de diversa índole. Según un estudio elaborado por una prestigiosa consultoría ilicitana presentado esta misma semana, el 80% de las pequeñas y medianas empresas se extingue en la segunda generación por dejar sin concretar la sucesión. Tan solo el 10% de las pymes planifica el cambio en la dirección una vez llegado el momento del relevo generacional. Además, según Laura Vicente, experta de la firma Gesem, en el caso de una empresa familiar con varios hijos, lo más viable para el futuro de la compañía es concretar quién se va a quedar con la empresa y establecer un mecanismo de compensación para los demás, algo que ya regula la nueva legislación sobre el impuesto de sucesiones y donaciones aprobada a finales de 2016 en la Comunidad Valenciana. Pues bien, si tenemos en cuenta que en la provincia de Alicante casi la totalidad de las empresas son pymes y el 90 por ciento son empresas familiares, es como para hacérselo mirar o el panorama empresarial provincial podría ser desolador en unos años. Los empresarios familiares, los de primera generación, lo son por convicción. Se juegan su patrimonio y son capaces de trabajar de sol a sol por mantener sus empresas a flote. Francisco Gómez, presidente de la Asociación de la Empresa Familiar de la Provincia de Alicante, ha explicado en alguna ocasión que «mi empresa es otro hijo más para mí». Y para que un hijo o hija esté bien, sobreviva, para que no sufra, uno es capaz de cualquier cosa, de reinventarse, de agudizar el ingenio, incapaz de tirar la toalla. Otra cosa es cuando te lo dan todo hecho. La cosa cambia.

Herencias, sucesiones y donaciones han sido y son motivo de disputas familiares desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer. Sobre todo cuando hay dinero. Y cuanto más, peor. Es difícil establecer un equilibrio que permita que hijos, hijas, nueras, yernos, nietos y nietas mantengan una relación cordial si es mucho lo que está en juego, lo que hay que repartir. Cualquier movimiento que haga decantar la balanza puede provocar consecuencias insospechadas. Por eso pienso que es mejor que las expectativas sean escasas. Por eso estoy tranquilo con mis hijas.

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