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Una de miedo

Lo tomo de un autor que dibuja un escenario de futuro totalmente apocalíptico. Reconoce que se asustaba, de niño, con películas «de miedo» y que ahora las sufre en su vida cotidiana: tiburones que se han hecho con miles de casas en los vergonzosos procesos de desahucio, alienígenas que se han comido muchísimos empleos y serpientes que han deglutido una parte importante de los servicios sociales.

Lo que le asombra (sigo citando muy de cerca su artículo) es que esas cosas no estén asustando a sus conciudadanos. Y su respuesta está en que el Estado se está convirtiendo en un «estado policial» para yugular cualquier intento de protesta, se llame cómo se llame. Y todo ello sin entrar en las amenazas externas, a saber, la de episodios atmosféricos extremos probablemente debidos a un cambio climático que se sigue negando o dejando de lado, la de cuestiones relacionadas con la alimentación (precios, transgénicos, escasez) y, para completarlo, las incertidumbres sobre la energía en general y el petróleo, base de esta civilización, en particular. Para empeorar todavía más su visión pesimista, el autor al que regreso constata que los políticos, en el Parlamento, no están afrontando los problemas de fondo, sino que se dedican a cuestiones tal vez vistosas y entretenidas y hasta emocionalmente movilizadoras, pero no por ello relacionadas directamente con lo que asusta a dicho autor. El presidente no mejora el cuadro ya que se encuentra en pleno proceso de «implosión» sin que haya logros importantes que anotar en su balance, por lo menos de momento.

No nos asustemos también nosotros: se trata de Tom Engelhardt y de un post (Scared to Death) que subió a su blog («TomDispatch») hace unas semanas. Allí añade asuntos que tal vez no se apliquen con tanta claridad a España. Por ejemplo, el híper-militarismo estadounidense y el papel keynesiano (invertido y pervertido, pero keynesiano) que tiene el sector del armamento en su economía (que se lo digan, aquí, a los trabajadores de Santa Bárbara). O el nivel de encarcelamiento y violencia cotidiana. No es que aquí no haya, pero es evidente que allí tienen problemas propios en matanzas, atentados y balaceras.

Otras cosas a las que se refiere Engelhardt me generan dudas si pretendo comparar. Él habla del aumento de la desigualdad en su país. Aquí, si de desigualdad de rentas se trata, desde el Instituto Nacional de Estadística se afirmaba que no ha crecido recientemente como tampoco ha aumentado la pobreza que en los Estados Unidos sí que ha aumentado. Me extraña mucho lo del INE, pero eso escuché en boca de funcionario del mismo. Sin embargo, todas las demás fuentes (incluido el INE) dicen lo contrario: más desigualdad y más pobreza aquí y allí.

Aun así, hay cosas que sí se dan aquí y no tanto allí. Tal vez porque no lo necesitan, vista su situación. Me refiero a la criminalización de la protesta (los escarches, las manifestaciones junto a las Cortes y similares) y, sobre todo, a la reforma de la reforma de la reforma laboral que tal vez produzca un aumento del Producto Interno Bruto, pero que, visto lo visto, produciría un incremento de desempleo y de pobreza y desigualdad que el INE acaba encontrando. Las predicciones sobre el final de la «crisis» suelen referirse al aumento del PIB y no a qué va a suceder con el empleo, la seguridad y el bienestar.

Se da aquí y no sé si se da allí, aunque todo parece indicar que sí: me refiero al truco para hacer olvidar esta enumeración de problemas y de su falta de soluciones, a saber, la cuestión de la identidad o, si se prefiere, la exaltación de los nacionalismos a los que me he referido frecuentemente a lo largo del año pasado, siempre incluyendo tanto la de algunos nacionalismos subestatales (el caso catalán es el más llamativo) como la del nacionalismo estatal, el españolismo. Entretienen, sin duda, pero me parece muy discutible que la manipulación tanto de uno como de otro sirva realmente para resolver los problemas igualmente reales que afrontan los habitantes de sus respectivos territorios.

No se trata, pues, de cuestiones que afecten únicamente a USA o a España, sino que estamos ante un problema más amplio que no proporciona señales de que se esté intentando resolver. Si el problema es general, habría que procurar resolverlo a ese nivel mundial (y ya se ha visto lo sucedido en Varsovia sobre el medioambiente) aunque sin olvidar las peculiaridades locales. Siempre las hay. Futuro problemático, entonces.

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