Tal y como está la cosa política, uno se alegra de tener una edad. Visto lo visto, haber vivido la transición es una ventaja para comprender la realidad de hoy. Tuve la gran suerte de conocer y hablar con una persona que tenía tanto carisma como inteligencia: Adolfo Suárez. Aprender cerca de él era muy fácil, un privilegio que agradezco a la vida. Su capacidad de negociar, el convencimiento de las metas, la aceptación del otro?

Y es que la transición fue un tiempo tan especial que nos tendría que haber servido para los siguientes 200 años. Pero no.

Estaba acompañado de otros grandes como Felipe González, que fue y es un lujo para este país. Cambió España y supo ver la dimensión internacional de una nación que le llegó gris y la entregó multicolor. Inteligente en extremo y clarividente. Se antoja vergonzoso que cuatro pazguatos actuales se atrevan a considerarle un facha o un abuelo cebolleta. ¡Qué tropa! Alucinante que le abucheen en universidades y en su propio partido. ¡Cielos!

Estaba por aquí un tal Manuel Fraga que también supo adaptarse para mostrar a los más recalcitrantes que la democracia era y es el camino. Y Santiago Carrillo, tan preclaro en su vejez como consciente de su papel tras la dictadura.

Estos, junto a una segunda fila formada con destacadísimos cerebros como Sahagún, Viana, Lluch, Guerra, Herrero, Solchaga, entre otros, hicieron un país, crearon un marco de convivencia, supieron ver el conjunto del Estado sin perder el norte, el sur, el este y el oeste. Qué necesarios serían ahora en este pulso torpe, absurdo, inoportuno y totalmente innecesario en el que navegamos. ¡Cómo echamos de menos el binomio perdido inteligencia-política!

Imaginen una pareja con dificultades, que al final decide seguir unida construyendo una nueva realidad. Hay otras soluciones, pero esta seguramente es la mejor. Puede haber rencor, miedo, desconfianza, pero habrá esperanza y futuro. Pues eso. Entre diálogo y tanques todos elegimos lo primero, ¿o no?

¿Podemos (con perdón) cambiar a los políticos de hoy por los de antes? Evidentemente, sería positivo pensar en algo más que en conservar nuestro puestecito y sus correspondientes emolumentos y pensar en grande.

Aquí, en nuestro Alicante, hemos visto cómo algunos se unen a manifestaciones en contra de los cuerpos de Seguridad del Estado y al día siguiente administran parte de nuestros bienes públicos. Vemos cómo uno o dos tercios del gobierno municipal está por «els Països Catalans» y el otro tercio aguanta porque no quiere explorar otras aritméticas.

Los números pueden salir, háganlos.