Something is rotten in the state of Denmark» («Algo huele a podrido en Dinamarca») es una de las frases más famosas de toda la producción dramática de William Shakespeare, aunque fue pronunciada por un personaje secundario, Marcelo, y no por el propio Hamlet, como muchos piensan.

El contexto de la cita se sitúa en el castillo de Hamlet, poco después de la media noche. Hamlet se encuentra con Horacio en las almenas del castillo. Esperan juntos en la oscuridad. Proveniente de la parte inferior, se oye el sonido de hombres riendo y bailando con gran estruendo, como consecuencia de la elevada ingesta de alcohol. Hamlet le muestra a Horacio su disgusto por ese comportamiento.

El posterior desarrollo de la escena, con la aparición del fantasma del padre de Hamlet incluida, no viene sino a ilustrar la decadencia moral del Reino de Dinamarca que Shakespeare nos quería trasmitir. De hecho, la frase original dice, textualmente: «Algo huele a podrido en el estado de Dinamarca». Recalcar «estado de Dinamarca», en combinación con el olor, fruto de la podredumbre, es una potente metáfora: de la misma forma que el pescado comienza a pudrirse por la cabeza, el estado empieza a hacerlo por sus dirigentes.

En España también hemos tenido nuestra particular dosis de podredumbre. No me refiero a los casos de corrupción, por todos conocidos, sino al colapso generalizado del sistema por el fracaso de la partitocracia. Tanto el PSOE como el PP han generado, a lo largo de muchos años, un clima político que ha conseguido que sólo los más mediocres, pero lo más obedientes, puedan ocupar cargos relevantes en el gobierno y en la oposición.

Esto es así porque, durante mucho tiempo, los dos partidos mayoritarios se han alternado en el poder y en la oposición, pero siempre conservando las suficientes prebendas para que sus respectivos aparatos nunca se vieran perjudicados. Tal es así que, en ocasiones, la diferencia entre unos y otros no está en la política, sino en los gestos externos.

Vean, como ejemplo más reciente, lo que ha ocurrido en la transición del último gobierno del PP al actual del PSOE. Los socialistas accedieron al poder apoyándose en unas formaciones a las que tuvieron que convencer con determinadas promesas. Imagino que, entre esas concesiones, estarían la modificación de la financiación autonómica, la reforma de la llamada «ley mordaza» o la derogación de la reforma laboral.

Pero, una vez en el gobierno, todas esas promesas son aplazables, prescindibles o prorrogables a cambio, eso sí, de toda una serie de medidas meramente cosméticas y propagandísticas. En cuanto a política, con mayúscula, salvo incrementar el gasto y subir los impuestos, cosa que ya había hecho también el PP, me temo que nada. Dadas las circunstancias, lo más ético habría sido convocar elecciones generales al minuto siguiente de ganar la moción de censura. Sin embargo, barrunto que la intención no es otra que atrincherarse en el poder hasta que las encuestas muestren una vuelta al statu quo del bipartidismo.

Mutatis mutandis, lo que les acabo de describir sobre la realidad nacional es perfectamente aplicable a Elche. Para ilustrar mi tesis les voy a pedir que hagan un pequeño ejercicio. Es tan sencillo como acceder, a través de Facebook por ejemplo, al vídeo que ha lanzado el PSOE local sobre los tres años de gobierno municipal. Un vídeo, bien editado, con preciosas imágenes de la ciudad, al tiempo que se sobreimprimen, sobre fondo rojo, los supuestos logros de la gestión socialista. A continuación, una alocución del alcalde para incidir más en las bondades de su mandato, con sus concejales al fondo, en tan animada y amistosa conversación que en algún momento hasta llega a parecer natural. No les voy a pedir que se crean el contenido del panfleto, para rogarles tal cosa primero tendría que haberme convencido a mí. Sólo les voy a pedir que cambien el fondo rojo del texto por un fondo azul, el puño y la rosa por una gaviota y a Carlos González por Mercedes Alonso. ¿Encuentran ustedes alguna diferencia?

Tenemos un problema muy serio en Elche. Nuestro gobierno municipal es muy malo. Pero es que la oposición no es mejor.