«el castigo y el encarcelamiento de los pobres es la respuesta típica de los Estados Unidos a la pobreza en el siglo XXI». Se encierra los trabajadores que no pueden saldar deudas, a los que no pueden pagarse la libertad vigilada, a quienes padecen enfermedades mentales, a los padres que no pueden pagar la pensión alimenticia». Se recurre al encarcelamiento en masa para encubrir temporalmente los problemas sociales y para crear el espejismo de que se ha hecho algo». «Es difícil imaginarse una estrategia más contraproducente». «Con los antecedentes penales que tienen los pobres les resulta todavía más difícil encontrar trabajo, vivienda, estabilidad y autosuficiencia». Cuando no se llega al encarcelamiento, se dificulta el acceso a la asistencia sanitaria, a la baja por enfermedad, a prestaciones económicas sociales, o por hijo a cargo y a estigmatizar en mayor grado el hecho de recibir prestaciones. «Una opción más barata y más humana consiste en ofrecer protección social adecuada y facilitar la incorporación en la fuerza de trabajo de quienes son capaces de ello. En los Estados Unidos hay que detener la pobreza no a los pobres por el mero hecho de ser pobres». Los anteriores párrafos forman parte de las conclusiones y recomendaciones que el Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos ha enviado al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, acerca de su misión en los Estados Unidos de América (A/HRC/38/33 Add1).

Los Estados Unidos son un país de contrastes acusados. Es una de las sociedades más prósperas del mundo y líder mundial en muchos ámbitos. Su sociedad civil es dinámica y avanzada y su sistema de enseñanza está a la vanguardia mundial. Sin embargo, cerca de 40 millones de personas viven en situación de pobreza, 18,5 en pobreza extrema, y 5,3 en condiciones de pobreza absoluta. Tiene las mayores tasas de pobreza juvenil, de mortalidad de lactantes, menor esperanza de vida, mayor tasa de desigualdad de ingresos que cualquier país de la OCDE. La tasa de encarcelamiento más alta del mundo, y uno de los índices de inscripción electoral -necesario para votar- más bajos. La reducción tributaria del año pasado benefició a los más ricos y agravó las desigualdades. La «espectacular reorientación» de las nuevas políticas del gobierno Trump ofrecen a los más ricos desgravaciones y ganancias en una cuantía sin precedentes; sufragadas, en parte, mediante la reducción de prestaciones sociales; empujan a la pobreza a 20 millones de personas, mientras restringen el acceso a muchas prestaciones sociales; aumenta de forma espectacular el gasto en defensa, y «no se esfuerza por combatir el racismo estructural que mantiene en la pobreza o sus aledaños a un gran porcentaje de quienes no son blancos».

El informe del relator subraya repetidamente el agravamiento de la situación de pobres y de los derechos humanos en los Estados Unidos por las políticas gubernamentales vigentes; se entiende mejor que el presidente Donald Trump y su embajadora en la ONU hayan abandonado el Consejo de Derechos Humanos -antes ya lo hicieron con la UNESCO- por preconizar, según el gobierno USA, una política antiisraelí. Eso también. Es cierto que el Consejo de Derechos Humanos ha emitido repetidos informes sobre el respeto a los derechos y libertades del pueblo palestino en los territorios ocupados, (uno de los últimos del Alto Comisionado de la ONU sobre «Situación de los derechos humanos en Palestina y otros territorios árabes ocupados. A/HRC/37/41») que no hacen sino reflejar una situación de dominio y opresión que, ahora con la declaración del Estado de Israel como un Estado judío y confesional, se verá agravada. Es un desafío a la ONU y a la comunidad internacional que no se atrevió a protagonizar ni Ben Gurión, el fundador del Estado de Israel. Lo ha hecho ahora Netanyahu y la extrema derecha teocrática. Lo del gobierno israelí tiene una explicación: la población árabe y no judía, crece más deprisa; ya no llegan inmigrantes de origen judío, con lo cual la candidatura árabe puede ser decisiva en las próximas elecciones y para resolverlo nada mejor que convertir en ciudadanos de segunda a los árabes y no judíos, culminar la política de apartheid político y territorial.

Las decisiones de abandono de los organismos multilaterales de la UNESCO o de la ONU (Naciones Unidas) recuerdan la decisión de Hitler de abandonar la Conferencia de Desarme y la Sociedad de Naciones, precedente de la ONU, en el año 1933.