Un gran consumidor de nuestro vino fue Voltaire (François-Marie Arouet, Paris 1694-1778) una de las mentes más brillantes de la Europa del siglo XVIII. Después de un tiempo encarcelado en La Bastilla y de que fuera expulsado de la embajada de Francia en La Haya por liarse con una refugiada, marchó a Berlín, Ginebra y Londres donde estuvo exiliado por difundir sus ideas críticas con la mayoría de los poderes establecidos. De vuelta a Francia se estableció en su propiedad de Ferney donde mantuvo un intenso epistolario con la intelectualidad de todo el mundo, entre ellos el Conde de Aranda (Pedro Pablo Abarca de Bolea, Siétamo 1719-Épila 1798). Aranda, presidente del Consejo de Castilla, masón e introductor de la porcelana en España a través de la cerámica de Alcora, desde su inmenso poder político y económico, apoyó y difundió las ideas liberales y enciclopedistas francesas al mismo tiempo que proveyó a Voltaire de Fondillón de Alicante. Voltaire bendijo y elogió al Conde en su Diccionario Filosófico.

Tal y como escribe Azorín en 1926: Los vinos con que el señor Aranda abastece su mesa. Buenos vinos españoles: Fondillones alicantinos, vinos del Priorato, de Málaga...

El mismo año de su muerte, Voltaire volvió a París y fue recibido con grandes honores. Azorín vuelve a poner el Fondillón de Alicante como sinónimo de salud y comenta este hecho: Cuando, ya muy anciano, ha querido venir desde el campo, donde vivía tranquilo, a París para gozar de los deleites de la popularidad, el haberse olvidado de los buenos vinos de España ha sido causa tal vez de su muerte. Sí: la tonicidad ha ido a buscarla en el café (en un día ha sorbido veinticinco tazas): en el café y no en alguno de los fondillones melosos y henchidos de espíritu de los vinos españoles. Y el café le ha quitado el sueño; para recobrar el sueño ha tenido que recurrir al opio.... Y la máquina, tan bien conservada, se ha descompuesto.