Desde el 1 de octubre, la avenida de la Constitución se ha «despeatonalizado» y vuelve a estar abierta al tráfico. Aunque después de escuchar a cada una de las partes y teniendo en cuenta que la peatonalización del eje Constitución-Bailén es una de las principales líneas de actuación del Plan de Movilidad Urbana Sostenible de la ciudad de Alicante parece que todos estamos de acuerdo en que el centro tradicional de Alicante debe peatonalizarse. Pero después de los últimos acontecimientos, tengo el mismo problema que Francis Bacon, y es que, comenzando con tanta certeza, siempre termino con dudas.

Mi primera duda es básicamente conceptual: cómo se puede «despeatonalizar» algo que nunca fue del peatón. En una esquina estratégica de la trama urbana y flanqueada por varios edificios emblemáticos de la ciudad, nos plantaron cuatro maceteros y nos dejaron hacer. «A ver si funciona», habrían dicho, «a ver si se lo ganan». Me imagino a los que mandan mirando desde arriba, como en un laboratorio gigante, apuntando notas en sus libretas: «sujeto veinte pasa cuatro veces al día y no para a hablar con nadie» o «sujeto trescientos baja a pasear al perro por las tardes y da la vuelta a la manzana». Aunque, la verdad, no sé cómo pretendían valorar el éxito del experimento.

Porque aquí surge mi siguiente duda: ¿cómo se mide el éxito de una peatonalización en Alicante?, ¿por la importancia de las marcas comerciales que se trasladan a la zona y el número de veladores que se instalan en la calle? ¿Qué se esperaba de la «peatonalización» de la avenida de la Constitución o del intento fallido de hace un año para peatonalizar la avenida Maisonnave? Es evidente que la peatonalización bien planteada conlleva la dinamización comercial del ámbito peatonalizado y de su entorno, pero no es admisible que esto suceda a costa de la limitación social del uso de la calle. Plantear la peatonalización como un instrumento más para potenciar el comercio es una estrategia consumista orquestada por los que tienen el poder de colocarnos a nosotros, ingenuos peatones, en el lugar adecuado y en el momento adecuado para hacer cumplir sus objetivos de ventas a cambio de unas calles iluminadas en Navidad. El «franquiciamiento» derivado de la peatonalización es un inconveniente a evitar, no un objetivo a cumplir. Y la implantación descontrolada de terrazas no puede ser la meta de la actuación, a sabiendas de que al final desplazan al peatón a bandas residuales de la calle y generan ruidos y molestias que acaban mermando la calidad de vida de los vecinos. Más allá de todo eso, la peatonalización es un derecho reconocido en la Carta Europea de los Derechos del Peatón, adoptada en 1988 por resolución del Parlamento Europeo: «El peatón tiene derecho a que ciertas zonas urbanas sean para su uso exclusivo, lo más extensas posibles y que no sean simples recintos peatonales sino que estén relacionadas con la organización general de la ciudad».

Otra duda: esto quiere decir que al «despeatonalizar» la avenida de la Constitución de nuevo, ¿hemos vuelto a perder ese derecho? Debemos habernos portado muy mal, vecinos y transeúntes, para que nos castiguen arrebatándonos un derecho que el año pasado parece que sí nos merecíamos recuperar, aunque fuera a golpe de macetero. Me pregunto si habrá sido nuestra culpa. Quizá se esperaba de nosotros haber usado más el pedacito de calle que nos tocaba a cada uno. Haber pintado en el suelo los caminos que queríamos reservar para pasear y para ir en bici, y haber bajado las sillas plegables de casa, para poder sentarnos en medio de la calle y charlar entre vecinos debajo de un árbol. Haber instalado sombras que nos hubieran animado a salir a la calle sin tener que resguardarnos bajo los toldos de algún bar. Ya puestos, igual se esperaba que hubiéramos arrancado los bordillos de las aceras para hacer accesibles las calzadas a todos los usuarios. Igual tendríamos que haber construido columpios y toboganes y haberlos colocado bajo alguna de esas sombras caseras.

Quizá así los que mandan, desde arriba, en el laboratorio, habrían pensado «Vaya, pues era verdad. Esta gente sí que quiere salir a la calle para vivirla». Y, en vez de «despeatonalizarla», nos hubieran dado la avenida de la Constitución que nos corresponde y que nos merecemos en Alicante.