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Como decíamos ayer

Ramón Pérez

Flores

Cosido a base de cicatrices. Casi hasta el extremo de la grosería. Así es, a la fuerza, el perfil del aficionado del Hércules. La dichosa fortuna siempre espera para partirle el pecho cuando, iluso, se atreve a sacarlo en las contadas ocasiones de bonanza y prosperidad.

La amplitud de resiliencia -ya saben, la capacidad para superar circunstancias traumáticas- del herculano no tiene límites. Ayer el destino fue rudo y cercenó la ilusión de una temporada que había terminado por convencer a propios y extraños.

¿Qué es lo que lleva a un tipo que llega a casa de una boda a las 7 de la mañana a levantarse a las 10 porque no puede esperar al partido?

¿Qué hay detrás de las varias decenas de aficionados que se agolparon ayer al Rico Pérez a media mañana simplemente para fotografiarlo y sentirlo a sabiendas de que a esa hora ni hay jugadores, ni cuerpo técnico, ni siquiera ningún preparativo del que pueda disfrutar?

¿Qué mueve a un dj a pinchar el himno del Hércules para abrir la fiesta nocturna en una barraca, mientras una multitud lo acompaña sin estupor?

¿Qué se le pasa por la cabeza a un alicantino exiliado en Alemania por trabajo y amor para anteponer en pleno mes de octubre el visionado de un partido por internet de Segunda B a un paseo en el único día del mes que sale el sol en Múnich?

Desde luego hay algo que sobrevuela los corazones de muchos. Es absolutamente intangible, no cabe duda, pero está latente en muchos hogares. Seguramente más de los que todos pensamos. Muchos más. Ayer se agolparon 30.000 personas en el Rico Pérez y no sabemos cuánto habrá que esperar para que se vuelva a repetir. Esta última vez pasaron ocho años y varias heridas serias, de esas que tardan años en cerrarse. De hecho, hay muchas que no llegan siquiera a curarse. Quedan en el imaginario colectivo y no queda más remedio que continuar con ellas. Puede que la de ayer sea una de ésas.

Hace una semana mi tío fue a visitar a su padre al cementerio. Le dejó un ramo de flores. Tenían peculiaridad: eran blancas y azules. No traten de entenderlo. Es ese sentimiento del que hablaba. Y al que no hunde otra derrota.

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