Zidane tendrá unos días para tomar aire y rellenar el vaso de la paciencia de cara a la próxima crisis que tenga que afrontar en el Real Madrid. Es lo que dan las victorias en Europa por 6-0, aunque sea ante una Cenicienta como el Galatasaray, cuya participación hasta ahora en los cuatro partidos que se llevan disputados de la fase de grupos de la Liga de Campeones se limite a un punto y cero goles favor. Y es que el espíritu del santo Job al que Zizou se ha venido aferrando para sobrevivir y no perder la sonrisa -aunque cada vez recuerde más al rictus del Joker de Batman- no es eterno como para aguantar culebrones interminables del nivel del de Bale o el del ostracismo de Vinicius. Pero a ZZ le ha venido a salvar -hasta el próximo susto- Rodrygo.
El técnico galo tiene ahora buenas razones para apostar por un nuevo tridente (Hazard, Benzema y el propio Rodrygo) después de la actuación del carioca el miércoles ante los turcos, con tres goles y una asistencia. Ahora Vinicius ya no enamora tanto a la luz de los goles que logra su compatriota. La legión de merengues que el año pasado -y buena parte de esta temporada- ha exigido por tierra, mar y aire una oportunidad para Vini Jr se ha quedado con el que aguanta el palo de la bandera y poco más. Ya se sabe cómo son algunas modas en el planeta fútbol: duran menos que el sabor de un chicle. Ahora la moda es la última esperanza blanca nacida en uno de los municipios más grandes de Sao Paulo y que solo tiene 18 años. Unos cuantos menos que Bale, el galés que enamoró al tito Floren y al que quiso por encima del ego desmedido (tanto como sus números como goleador) de Cristiano Ronaldo. Pero Bale, su cabeza y sus piernas, ya han demostrado sobradamente que están para otra cosa: para pensar solo en el golf, para no perder ni un minuto en saber quién es ese tipo rubio que gobierna en su país y está loco por sacar a las islas británicas de Europa, y para romperse cada cuatro partidos.
Así que la moda Rodrygo ha llegado en el mejor momento para Zizou, que casi es lo mismo que decir para el Real Madrid. El francés ya debe estar preparando las respuestas para la batería de preguntas que seguramente le lloverán en su próxima comparecencia ante los micros sobre la nueva perla. Nada que ver con lo sucedido no hace mucho cuando en la previa del partido de Liga ante el Leganés el noventa por ciento de las cuestiones se centraron en Bale, en lo que le duele y en sus escapaditas a Londres a espaldas del cuerpo técnico. Oxígeno para Zidane, que en una noche ha visto cómo prácticamente su equipo ha atado la clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones tras un pésimo inicio (derrota ante el PSG y empate frente al Brujas) y que vislumbra que debates como las no convocatorias de Vinicius y los morritos de Bale y James tendrán que vivir unos días a la sombra de los goles de Rodrygo. Pero en clubes como el Real Madrid lo que es una agradable brisa se puede convertir en todo un huracán de proporciones bíblicas. Ya hay quien se atreve a comprar a Rodrygo con un mito madridista como Raúl, o incluso quien lo ve metiendo codos en esa mesa en la que resisten ahora y siempre al invasor Messi y CR7.
Cosas del usar y tirar del fútbol moderno. Y las cosas que pasan en este Real Madrid, huérfano de un ídolo con base firme y no pies de barro desde hace un par de temporadas. Si a algunos el brasileño les recuerda a Raúl o a la princesita de Madeira, a otros la historia les parece un remake de aquella que se produjo con la "moralesmanía" -Morales, ahora luciendo pajarita como comentarista en la televisión- cuando el ex, entre todos, de Sporting y Numancia, fue elegido por marcar un gol de chilena al Dépor como nuevo líder blanco ante la decadencia de la "Quinta del Buitre". Aquello duró lo que duró: dos meses. Lo de Rodrygo pinta mejor, pero está por ver. Eso sí, de momento, aire para Zizou.
