Lunes

EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ

Técnicamente, Torra ha confesado esta mañana en el Tribunal Supremo que desobedeció la orden de retirar los lazos amarillos de los edificios públicos; en román paladino, ha dedicado una pedorreta a nuestro primoroso imperio de la ley, un tanto ajado por otra parte desde que la Generalitat organizó un golpe de Estado y el propio Tribunal Supremo sentenció que la cosa no había sido tan grave. Las desventuras de Torra, una extravagancia institucional completamente episódica, me interesan tanto como la liga australiana de críquet y apenas algo menos que las de Puigdemont, de quien ya nadie sabe si rumia su irrelevancia en Bruselas o en Ulan-Bator. Sí me resulta fascinante su incontestable papel de memos que disfrutan de un efímero minuto de gloria en el patíbulo mientras sus instigadores observan el martirio a saludable distancia. Por ejemplo, Artur Mas sigue dedicándose a zascandilear en reservados y no a organizar la biblioteca de la cárcel, lo que indica que él supo esfumarse en el último bote del «Titanic» mientras Torra, Puigdemont y Junqueras ocupaban el inundado puente de mando.

Martes

FANDANGO

Con la tinta de la sentencia todavía fresca, el equipo de primeros auxilios informativos se ha apresurado a resaltar las diferencias entre «Gürtel» y los Ere con la pretensión de demostrar que la derecha roba mientras que la izquierda redistribuye irregularmente. Pero esto es como comparar a la niña de El exorcista con el mocoso de La profecía. Lo esencial es que el diablo anda suelto, aunque con matices cuantitativos: salvo que el Tribunal Supremo rectifique a sus colegas andaluces, un «Ere» equivale a ocho «Gürtel», 680 millones de euros frente a 80, que es desde hoy la diferencia canónica entre un sistema de compra de votos y otro de financiación ilegal. Desde luego, la sentencia no ha sorprendido en Andalucía, treinta años de cortijo amurallado nos contemplan, como tampoco sorprendió en su día que el PP canjeara donaciones y sobornos por adjudicaciones públicas. Una monarquía constitucional de jauja administrada por los partidos políticos desde el sótano al ático (cajas de ahorro, tribunales, universidades, organismos públicos y hasta pregones de las fiestas locales) tiende forzosamente a la obscenidad y valga como prueba una escarnecedora frase de la sentencia sobre estos paladines de los desempleados: «En las subvenciones sociolaborales, el beneficiario real era la empresa y no los trabajadores».

Miércoles

LA BUENA ESTRELLA

La sentencia de los Ere desencadena un contraste lejanamente parecido al que mencioné antes entre el indemne Artur Mas y sus sucesores prófugos, presos o vistos para sentencia. Me refiero al grado de contundencia de las condenas a Griñán y Chaves. La trayectoria y actitud vital de Griñán convierten en estrafalaria la hipótesis de que sea un político corrupto, pero también que haya tolerado las trapacerías ajenas encogiéndose de hombros ante la inercia de una maquinaria de saqueo. Es un caso desconcertante y admito que mi desconcierto no alcanza a Chaves, un político más mundano, ni por supuesto a Gaspar Zarrías, un cacique jienense importado del siglo XIX aunque sin botines ni reloj de bolsillo. Griñán ha sido condenado a nueve años de cárcel y los otros a nueve de inhabilitación, una diferencia abultada que en un fogonazo superficial sugeriría que Griñán fue una eminencia diabólica y Chaves y Zarrías dos discretos copartícipes. Pero todos sospechamos que esto no pudo ocurrir así, con lo que volvemos a Torra, Puigdemont, Junqueras y Mas.

Jueves

BIPOLAR

Leo un titular nada enigmático: Sánchez intenta tranquilizar a las empresas tras su pacto con Iglesias. Supongo que dentro de una semana leeré: Sánchez intenta tranquilizar a Iglesias tras su pacto con las empresas. Nuestro refranero incluye una metáfora algo repugnante sobre la imposibilidad de hablar y sorber la sopa al mismo tiempo que se ajusta gráficamente a las tareas de equilibrista impuestas a Sánchez por los resultados electorales: contentar a Podemos, pastelear con Esquerra, tranquilizar a los mercados y engañar a Bruselas. Al margen de su bobalicona doblez (lamento insistir, pero no es fiable un tipo que pone como ejemplo de honestidad la dimisión de un ministro alemán que ha plagiado su tesis doctoral cuando él también lo ha hecho), lo incuestionable es que Sánchez es el único candidato razonable para formar gobierno y el rompecabezas vigente le compromete a subir los impuestos, reducir el gasto, crear empleo, respetar las sentencias del Tribunal Supremo y negociar un alto el fuego con los sediciosos. Demasiadas contradicciones insalvables en una época demasiado tumultuosa.

Viernes

CLOACAS

El estruendo poselectoral está silenciando cuestiones aparentemente desconectadas como la revuelta social en Chile o el juego sucio entre empresas del Ibex. El presidente chileno intenta amortiguar el golpe rebajando el precio de los medicamentos y suprimiendo algunas retribuciones escandalosas de los cargos públicos, dos medidas nada complejas y que por lo tanto resaltan la desvergüenza; en cuanto a nuestros empresarios, las revelaciones aclaran que sobre el escenario comparten baqueiras, sotograndes, cócteles y cacerías, pero que entre bastidores abundan la extorsión, el soborno y la codicia personal más descarnada. En estas señaladas ocasiones, siempre recuerdo un estremecedor discurso de Lloyd George pronunciado hace cien años. Hablaba de mineros en huelga, pero en realidad la circunstancia importa poco: «Bajé el otro día a una mina de carbón. Caminamos por debajo de la montaña y la tierra parecía hacer esfuerzos por aplastarnos. A veces ceden los puntales o se enciende una chispa y llega la muerte. Sin embargo, cuando pido medio penique a los grandes propietarios para los hombres que excavan sus royalties, me miran con el entrecejo fruncido. Si esto indica la opinión que tienen de quienes crean su comodidad a riesgo de perder la vida, el día de ajustar las cuentas está cerca».