Uno de los temas de actualidad municipal en Alicante es el de la aprobación del Catálogo de protección de Arquitectura y Paisaje, cuestión relevante ya que la ciudad carece de un instrumento que garantice la protección de estos elementos de su patrimonio cultural, tras el bloqueo a que fue sometido este documento durante el mandato anterior por parte de los mismos partidos que ahora gobiernan la ciudad. Aunque todavía no se conoce con detalle el contenido del Catálogo, algunas de las propuestas más polémicas son:

-Las que pretenden reducir las áreas de protección de las Torres de la Huerta con relación al documento que fue rechazado.

-La posibilidad de incluir suelo natural protegido dentro del perímetro de sectores de suelo industrial.

-El incremento de aprovechamiento (aumento de edificabilidad) en los edificios catalogados, como estímulo para su rehabilitación, como anunció el concejal de Urbanismo tras su nombramiento.

Propuestas muy reveladoras del sentido que inspira la redacción del Catálogo porque están dirigidas directamente a reducir la calidad de la protección patrimonial y ambiental, e indirectamente a favorecer la lógica privada. Para el gobierno municipal actual, con la aprobación del Catálogo parece que se trata simplemente de cumplimentar un trámite legal, en lugar de aprovechar una oportunidad para redactar un documento innovador que recoja el potencial de transformación de la ciudad y el territorio que puede aportar su patrimonio natural y construido, al mismo tiempo que muestre el compromiso municipal con el medioambiente y la biodiversidad del territorio de la ciudad. Pero además, el documento debería reflejar la voluntad inequívoca municipal de acabar de una vez con los agravios y agresiones a la que se ha visto sometido nuestro patrimonio a lo largo de los últimos años.

En Alicante, por lo general, es difícil que los ciudadanos se movilicen cuando se debaten proyectos y propuestas que afectan al conjunto de la ciudad con la misma determinación que cuando se trata de problemas que inciden en sus barrios o áreas próximas a sus viviendas. Eso es lo que ocurre ahora cuando se plantean cuestiones o debates sobre el patrimonio arquitectónico y del paisaje. Una indiferencia que puede favorecer la impunidad con la que se han producido tantos desmanes contra el patrimonio, incluso con la aquiescencia de las administraciones que debían de velar por su protección. Algunas de las cuales están en deuda con la memoria y el patrimonio de esta ciudad: el mismo Ayuntamiento (con gobiernos municipales tanto del PP como del PSOE), la Autoridad Portuaria y ADI, como explica pormenorizadamente el arquitecto Manuel Ayús en su libro «Réquiem por el Patrimonio edilicio de la Ciudad. La Administración: Principal artífice de la destrucción de las arquitecturas y del paisaje de la Ciudad» (2017), en el que pasa revista a varios casos paradigmáticos que se han dado en nuestra ciudad en los últimos años: los silos de San Blas-Estación de Madrid, edificio de la Comandancia de Marina, edificio Bergé, edificio de la Capitanía General, Casa-Palacio Salvetti; se incluye también en este estudio la decisión municipal de construir un Palacio de Congresos en la ladera del Benacantil, a pesar del impacto negativo que producía en una pieza tan emblemática del patrimonio como el Castillo de Santa Bárbara, proyecto afortunadamente rechazado en los tribunales, proceso en el que el citado arquitecto Ayús tuvo un papel destacado.

La experiencia de la ciudad y el territorio que implica la noción de patrimonio del paisaje natural y urbano, objetivos del Catálogo que ahora se redacta, tiene una dimensión netamente cultural que debía de introducirse en el debate municipal sobre el patrimonio. La valoración del patrimonio arquitectónico y paisajista de una ciudad por los ciudadanos manifiesta su grado de cultura ciudadana, en la medida que expresa una forma de mirarla y sentirla. El paisaje urbano y el natural son elementos relevantes en la construcción de la identidad de una ciudad, es lo que la hace única, y lo que permite a los ciudadanos reconocer y reconocerse como tales, les hace participar de su historia común y fomenta el sentimiento de autoestima.

«Dime el paisaje en que vives y te diré quién eres».

J. Ortega y Gasset.