Cuando los turcos iniciaban su asedio de Constantinopla, el imperio Bizantino, la civilización más longeva del mundo occidental caminaba irremediablemente hacia su final. Herederos de Grecia y Roma, sobrevivieron a las invasiones bárbaras gracias a sus imponentes murallas, pero no pudieron hacerlo a sus conflictos internos y al pujante imperio turco. Al igual que hoy en día discutimos en la cafetería sobre el modelo de aplicación del VAR en los partidos de fútbol, los bizantinos eran aficionados a discutir sobre teología de forma tan acalorada que, por ejemplo, obligaron a declarar edictos que, por ejemplo, hacían ilegal «discutir de cualquier manera sobre si Cristo poseía una o dos naturalezas». Al igual que la promulgación de la ley seca en Estados Unidos incentivó el consumo del alcohol, es probable que este edicto no tuviera demasiado éxito, pero hoy en día se conoce como discusión bizantina a aquella discusión estéril en la que cada parte nunca puede llegar a probar sus aseveraciones a la parte contraria.

Según parece, mientras los turcos lanzaban una y otra vez a sus soldados para tratar de escalar las murallas de Constantinopla, los sabios bizantinos dedicaban sus esfuerzos a descifrar el sexo de los ángeles. Obviamente nunca llegaremos a conocer sus conclusiones definitivas, ya que finalmente los turcos consiguieron entrar en la ciudad.

Algo más de quinientos años después, a pesar de las fortalezas que tenía nuestro sistema educativo deberíamos centrarnos en tratar de adaptarlo a la situación actual y a todos los cambios que se han producido. Pero desafortunadamente parece que los objetivos de algunos partidos políticos es centrarse en el sexo de los ángeles de la educación en vez de hablar de muchos de los problemas que arrastra. En muchas comunidades, los padres no pueden elegir ni el centro ni la lengua vehicular de sus hijos. En la nuestra estamos inmersos irremediablemente en dicho proceso. El fracaso escolar se incrementa en cada curso y no se pone ningún medio para cambiar la tendencia. Las universidades han sido totalmente abandonadas a su suerte, y al Consell ni está ni se le espera a la hora de tomar decisiones sobre su modelo de financiación. El enemigo se encuentra a las puertas y ahora el debate en la educación es el pin parental. Como apuntaba proféticamente Groucho Marx «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Como el VAR del fútbol, tanto VOX como socialistas y Podemos han encontrado el tema del que todos parecemos saber, tenemos nuestra opinión, pero inevitablemente no podemos convencer a nuestro adversario.

De las casi mil horas que recibe un estudiante en primaria o secundaria han conseguido poner el foco en las dos o tres horas de «actividades que pueden generar disensiones morales». Hace escasos días, uno de mis hijos me apuntaba que desconocía la orientación política de su profesor de historia. Yo le contestaba que mi profesor de historia en el bachillerato era el concejal comunista en mi ciudad, y no recuerdo proclamas izquierdistas en clase. Para mí, la clave de la educación es la profesionalidad del maestro o profesor, y, además, el ideario del centro, la dirección de este y el consejo escolar. Este último, con representantes elegidos democráticamente por los padres.

Según algunos, parece que se agolpan en las puertas de los colegios miles de conferenciantes dispuestos a enseñar a los niños pequeños las lecciones más adoctrinadoras con el beneplácito de los miserables profesores. A los otros, les viene bien que se centre el debate aquí, ya que les permite seguir tranquilamente con sus políticas de inmersión lingüística y que no se note demasiado su total incapacidad para solucionar los problemas reales de la educación en nuestra Comunidad y en nuestro país.

Debemos trabajar por tener a los mejores profesionales en las aulas de nuestros colegios, y que estos sean dirigidos por los mejores. Los padres debemos implicarnos en los mecanismos que el colegio dispone para facilitar el conocimiento de la calidad de su formación y de las actividades que realiza. Y por supuesto toca trabajar para que podamos elegir libremente el colegio en el que se educan nuestros hijos. La alternativa es seguir tratando de descubrir el sexo de los ángeles mientras todo se deshace en pedazos a nuestro alrededor.