Esta misma semana, aunque ha pasado bastante desapercibido en medio de la gravísima crisis del coronavirus, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hacía público su último informe sobre la situación de la economía española. Sin calcular todavía el impacto que tendrá una pandemia que está pendiente de llegar a su pico durante los próximos días, el organismo recomienda incrementar las inversiones en el sistema sanitario. Lo dicen ahora cuando, por contra, en la crisis económica que arrancó en 2008 se hartaron de exigir recortes en el gasto de la administración y de los servicios públicos. Y lo hicieron hasta el infinito y más allá en una borrachera de capitalismo salvaje sin ningún control ni escrúpulo.

¿Cómo se puede alcanzar tal nivel de hipocresía y cinismo? Y voy más allá. ¿Cómo se puede tener la cara tan dura? Sin aquellos recortes que tuvieron como autores ideológicos a los dirigentes de esos «chiringuitos internacionales» dedicados a pontificar sobre la economía sin saber lo que realmente ocurre en cada territorio, hoy tendríamos, si cabe, una sanidad mucho más potente y reforzada de la que ya tenemos. Junto a los políticos que se plegaron a esas instrucciones a pies juntillas, todos esos organismos son igualmente responsables de deteriorar los servicios sanitarios y, por tanto, de las consecuencias de esta epidemia. Una crisis de efecto devastador en clave social y económica con centenares de miles de afectados y muertes en el mundo.

Tres cuartos de lo mismo ocurre con el Banco Central Europeo. Ayer mismo, en un comunicado de madrugada, anunciaba una movilización para la compra de activos públicos y privados por valor de 750.000 millones, dos veces el volumen global del presupuesto del Estado. Y un tercio más del importe conjunto de las medidas contra el virus que se han anunciado hasta ahora en España y Francia. Intenta el organismo regulador de la UE que los países más afectados puedan endeudarse para afrontar la pandemia sin tener que pagar intereses abusivos como ocurrió en 2012 con recargos de hasta el 7%. Y que el viejo continente no se divida en una zona euro de primera y otra de segunda. Pero esa misma decisión podía haberse tomado durante la crisis anterior y, con toda probabilidad, ahora afrontaríamos esta alerta con mejor perspectiva. En Bruselas tendrán que hilar fino. El proyecto de Europa se la juega.