Las últimas 48 horas, todos los focos de la remodelación ordenada por Pablo Casado en la cúpula del PP se han posado sobre la figura de Cayetana Álvarez de Toledo, ya exportavoz en el Congreso. Aunque la vía de agua ya venía de lejos, el « cayetanazo» estaba cantado tras el éxito de la moderación de Feijóo en Galicia y el enorme fracaso de la línea dura marcada para las elecciones del País Vasco. Casado se apunta a un giro al centro que está todavía en cuarentena. Debe tomar forma con un nuevo relato. Pero más allá de esa sonada destitución de Álvarez de Toledo entre reproches y sonadas diferencias, la clave de la operación no está en el Congreso con la llegada a la portavocía parlamentaria de un perfil bajo como el de Cuca Gamarra. Para entender la jugada de Casado hay que tirar del hilo de José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid además del político más emergente y de mejor imagen con el que cuenta el PP a día de hoy. Asume la portavocía de todo el partido y se convierte, de facto, en la imagen de Génova. Una maniobra que, además, refuerza la influencia del PP de Alicante en la organización. Sólo un detalle. Después del congreso que le encumbró al mando de la cúpula provincial, Carlos Mazón compartió mesa y mantel a solas con dos cargos de la cúpula estatal: Teodoro García Egea, número dos de Casado; y José Luis Martínez Almeida. Blanco y en botella.
