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Valentín M. Medina

¡Qué grande Groucho!

Un tío que dijo que en su epitafio pusieran «perdone que no me levante» -aunque sus biógrafos aseguran que sus restos no están en ninguna tumba ya que fue incinerado y las cenizas se esparcieron por Central Park (Nueva York)- demuestra ser muy grande. Un tipo que pergeña la famosa escena del camarote -que ha pasado a la historia del cine como una de las mejores (…»y dos huevos duros…»)- demuestra que era muy grande. Y aquella otra en la que, con su hermano Chico, repasaba las cláusulas del famoso contrato - «…la parte contratante de la primera parte…»- nos confirma que Groucho Marx era un genio. De todas formas, la máxima del cómico neoyorkino que hoy me interesa es la de «estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros».

En eso de los principios, nuestros políticos tienen la costumbre de cambiarlos, porque, como no son ríos, se vuelven atrás cuando, como dice mi amigo y ex compañero Tito San Emeterio, «se les pone en…» Mirad, Pedro Sánchez dijo «nunca pactaré con el populismo para llegar a la presidencia del Gobierno». Pablo Iglesias ha dicho muchas -»siempre viviré en mi barrio»-, pero me quedo con la de «en política no se pide perdón, se dimite», aunque, pese a que parece que le ha pillao la vaca -financiación de Podemos o «caso Dina»-, «la vida sigue igual» (Julio Iglesias). De todas formas, alguien me aconsejó que hablase de lo que pasa en Úryula, porque, como nos coge más cerca, parece que interesa más. ¡Al lío!.

Tras las últimas elecciones generales, mi amigo Joaninasi López-Bas perdió su escaño en el Congreso. Cs se dejó un mogollón de votos y él, que era el número dos por Alicante, se quedó en el paro, político. ¡Putada!.

Después de la debacle, quedé con mi compañero barriguero, que -vaya por delante- es buen tío, para tomar unas cañas y hablar de lo divino y lo humano, pero sobre todo de su futuro, dado que «se había quedao sin el pan» (Ayuntamiento) y «sin el perro» (Congreso). Pues en esas estábamos cuando le pregunté que qué iba a hacer. La respuesta fue rápida y nada especulativa: «Volveré a mi despacho en Torrevieja para ejercer mi profesión», me dijo. Insistí sobre la posibilidad de volver a Palacio como asesor -¡tal y como me habían soplao!-, pero su respuesta fue tajante: ¡cómo voy a ser asesor después de haber sido concejal!. ¡Me lo creí!. Creí lo que me dijo, porque, entre otras cosas, él no tenía -ni tiene- motivos para engañarme y yo no tenía por qué dudar de alguien con quien mantengo una buena relación desde hace años, incluso mucho antes de entrar en política. ¡Somos de la misma comparsa y fila moruna!. ¡De todas formas, «el también abogado» Emilio Fernández fue alcalde (Redován) y ahora es asesor de Cómodo, pero a media jornada!.

Sin embargo, el tiempo he venido a demostrar, una vez más, que «donde dije digo, digo Diego» y no pasa «ná», porque las palabras se las lleva el viento y lo que vale es lo que decía Scarlett O'Hora en la peli «Lo que el viento se llevó»: «Juro que nunca volveré a pasar hambre; ni yo ni ninguno de los míos». ¡Pues eso es lo que parece que ha pasao en la Esquina del Pavo!.

El «vicealcalde» Pepito Aix ha dejao claro que no puede pasar/vivir sin su jefe de filas, Joaninasi -aunque «el boss» de la formación naranja/taronja en Úryula es otro letrado-, y «le ha colocao como asesor». Pero no como un asesor cualquiera, no; «asesor de primer nivel», lo que supone 46.000 napos/año (casi 7.6 millones de pesetas) o lo que es lo mismo 3.833,33 laurios/ mes (650.000 pesetas). ¡Eso no lo gano yo todos los meses!. ¡Ni él, ejerciendo como abogado, tampoco, supongo!.

Un diputado cobra un salario base de 2.972,94 euros/mes, a lo que hay que sumar los complementos en función del cargo y la procedencia del parlamentario (vivienda/manutención), lo que vienen a ser unos 1.921 euros más, además de otros 917,03 para aquellos que no sean de Madrid.

Un «diputado raso» cobra, como mínimo, 4.803 euros/mes. Pues nada, «tenemos un diputado en casa», con el beneplácito/bajada de gayumbos de Cómodo, que, según dice el periódico, ha tragao para mantenerse en el sillón sin sobresaltos. ¡A escote na es caro, pero ahora paga el pueblo!. ¡Qué grande Groucho; visionario, joer!

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