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Carta de los lectores

Campo de los Almendros

Mª Teresa Rubira Lorén

Mientras la mañana se recuesta tranquila sobre un césped que observa el rumbo de las nubes, paseo con sosiego de domingo por este precioso rincón del Campo de los Almendros.

Junto al sencillo monolito de piedra que nos recuerda el motivo, se alza un coro de cañas abrazadas, ondeando libertades en sus palmas blancas. Nacen de una tierra que hoy se riega con la técnica y en otro tiempo con lágrimas de los tantos corazones...

Y me voy preguntando a cada paso, si la libertad no debería ser hija natural del viento, en vez de fruto de dolorosos partos. Pero, ni los pájaros, ni los olivos, ni las moreras que crecen junto a la senda (cuyo cemento no me impide sentir que podría ser la del poeta), otorgan respuesta. Más bien, silencio otoñal mientras se van desprendiendo poco a poco de sus hojas secas. Sin embargo, al pisar esa alfombra que tejen, creo escuchar insistentes susurros que hablan de paz y concordia. 

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