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Eduardo Lastres

Arte, Cultura, la solución…

Nos hallamos ante un momento de cambios radicales en nuestro sistema de vida, de tal manera que no vislumbramos cuál puede ser nuestro futuro más inmediato, pero claramente hay una intuición colectiva que flota en el ambiente. Si la economía o el sistema capitalista está haciendo aguas por todas partes, una de las alternativas es la cultura.

Crisis, what crisis? Que decía Supertramp. El cambio, la renovación constante es nuestra forma de vida, pero ¿cómo protagonizamos esos cambios, de qué manera somos capaces de decidir sobre nuestra forma de vida y sus consecuencias?

Los cambios que se avecinan, sociales, de trabajo, de relaciones, no cabe duda que serán, seguramente, muy duros, que nadie lo dude. Pero si ha habido, a lo largo de la historia, una forma de asumir los cambios, de reflexionar sobre el presente y el futuro, encontrando soluciones, al menos morales, éticas, espirituales, incluso materiales, ha sido mediante el arte, la literatura, la cultura. La cultura repercute en los medios de producción, en la forma de relacionarse entre los individuos y sus modos de vida. Una parte fundamental del individuo, de la sociedad, es la cultura: Las artes, la música, la literatura, la danza, el cine… todo este bagaje, está siendo olvidado en los programas de formación primaria, secundaria, universitaria, por la aparente urgencia de otras prioridades, la aspiración social, la insolidaridad, el egoísmo extremo. Pero la cultura es todo lo que vemos, oímos, hablamos, todo tiene que ver con el arte, la música, el diseño, la investigación. El trazado de una calle, la estética y diseño de sus edificios, la limpieza de los jardines y calles de una ciudad, el diseño de un coche, de una cocina, de un vestido, de un peinado…. La cultura genera más economía que la ganadería y la agricultura juntas. Si hablamos de una determinada manera, si entendemos unos determinados valores, tiene que ver con la cultura. Si nos dejamos manipular por la pretensión de trastornar nuestros deseos en vulgaridades, en un culto al yo desesperantemente absurdo, es por falta de cultura.

Pero, ¿qué puede hacer la cultura por arreglar este panorama de desastre? Sinceramente todo. Principalmente darnos motivos para debatir y reflexionar sobre los verdaderos valores del ser humano, su afán de conocimiento, su deseo de mejorar en entender qué está pasando, qué nos ha ocurrido en el pasado, el por qué del abandono de ciertas prácticas que eran tan importantes. Y plantear un debate sobre nuestro modelo de vida, sobre nuestro modelo educativo, en el que formar a nuestra infancia y juventud.

Lo propio y exclusivo del ser humano es preguntarse por su ser más profundo: saber qué somos, buscar qué es lo que alimenta nuestra alma. Leemos libros, vamos al cine, escuchamos música, vamos a conciertos, nos gusta estar informados de lo que pasa en el mundo, y con ello, queremos saber de la creación, de los procesos de investigación, nos interesamos por artistas, creadores, que hacen un trabajo que, aunque no lleguemos a entender del todo, nos inquieta y nos hace pensar en nuestra realidad. Sí, también está el fútbol, el deporte como parte de nuestra cultura, el ciclismo, el baloncesto…, todo es importante. Todo esto, ahora, también está en precario. Pero está ocurriendo algo que antes parecía imposible, la sociedad se está preguntando cuál es su futuro. Y el convencimiento es claro, necesitamos convivir, unir esfuerzos en pro de un futuro donde se aprecie lo que de importante tiene nuestra relación con el mundo, la ecología, la sostenibilidad, pero también el hermanamiento entre culturas y personas.

La cultura forma parte vital en ese entramado de relaciones, nos ilustra de cómo poder contactar con el otro. El arte une, nos posiciona delante de nosotros mismos, nos hace solidarios, auténticos. La cultura nos hace libres, nos da los medios para vivir, pues la vida es algo más que sobrevivir a un destino universal de desgracia, también es amar nuestra historia, nuestra realidad más allá de la terminología que nos quieran imponer, olvidándonos de quienes somos.   

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