La creación del Centro de Estudios Universitarios (CEU) en 1968 y su colofón -el nacimiento de la Universidad de Alicante en 1979- constituyó -sonrojo debería darnos a todos, con la perspectiva de medio siglo a nuestras espaldas- el último proyecto que fue capaz de vincular a todos los alicantinos sin excepción. A partir de 1973 se incorporaron los estudios de Derecho, Medicina y Económicas a la oferta docente del CEU, limitada por aquel entonces a Química, Geografía e Historia. Un joven profesor valenciano repleto de reconocimiento académicos y diplomado por el Instituto de Altos Estudios Internacionales de París se vinculó desde ese primer día a este esfuerzo colectivo de la sociedad alicantina asumiendo la docencia del Derecho Internacional: el Profesor José Luis Iglesias Buhigues.

Apenas seis años después, el 30 de octubre de 1979, nacía nuestra Universidad y el Profesor Iglesias entraba en nuestra historia como uno de los esforzados pioneros que hicieron realidad este empeño común. Como todos ellos, a los que jamás agradeceremos bastante, este catedrático se había enamorado de Alicante y de su bisoña Universidad. Vivía prácticamente -día y noche, sábados y domingos- en el vetusto barracón militar que entonces albergaba las Facultades de Derecho y Económicas. No es de extrañar que un año después fuera elegido unánimemente primer Decano de la Facultad de Derecho, cargo que ocupó hasta marzo de 1986. Y tampoco sorprende que, en un primer paseo que no fue sino el prolegómeno de los centenares que vendrían después, convenciera rápidamente a otro joven profesor valenciano para que dejara todo y le siguiera en la aventura alicantina. Les aseguro que jamás he vuelto a ver a una persona tan apasionada por un proyecto. Corría el año 1982.

José Luis Iglesias fue testigo excepcional del devenir de una universidad que crecía a nuestros ojos día a día y que cambió definitivamente esta provincia. Con él pude seguir paso a paso la construcción de la nueva Facultad de Derecho, cuya primera piedra lleva su nombre grabado, plantar los primeros pinos del bosque ilustrado, asistir a la apertura del año académico 1982-1983, en el que fue elegido para dictar la lección inaugural, ejercer como ayudante personal en el complejo proceso de redacción del primer Estatuto de la Universidad de Alicante, cuya Comisión presidió, disfrutar de la laudatio que pronunció con motivo de la investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante del Presidente de la Comisión Europea Jacques Santer en octubre de 1995 … o emocionarme en el homenaje que la Facultad de Derecho le rindió en febrero de este año. Pero nada de todo ello comparable con la pasión con la que entraba todos los días en clase y la devoción y el respeto con que trataba a todos los alumnos … cuántos alicantinos, hoy reputados juristas, pueden ratificar estas palabras …

Su querencia por la Universidad de Alicante solo era comparable a su pasión por la construcción europea. Desde su Tesis Doctoral hasta las primeras publicaciones comprometidas en Cuadernos para el Diálogo que le costaron -allá por el año 1972- la apertura de no pocos expedientes y sanciones, desde su profundo conocimiento del Derecho comunitario europeo hasta su nombramiento como Consejero Jurídico en el Servicio Jurídico de la Comisión Europea, donde permaneció diecisiete años y del que llegó a ser uno de los directores … el Profesor Iglesias Buhigues consagró más de medio siglo de su vida académica y profesional a luchar infatigablemente por la idea europea que representaba, y cito textualmente su laudatio a Jacques Santer de 1995, “la libertad, edificada sobre las cenizas de la Europa de la incomprensión, de la Europa de la muerte: esa Europa que preserva los valores comunes a sus pueblos -democracia, pluralismo e imperio del Derecho- y que nace y avanza todos los días porque todos los días se enfrenta a nuevos retos y que de la superación de los pasados toma impulso para vencer en los presentes y en los venideros”. Precisamente es en estos momentos de crisis y de desorientación cuando sus palabras resuenan más vigorosas y encuentran significado más profundo: “Hay que relanzar, con carácter inmediato, el proceso de integración pero de manera que los grandes principios que sustentan a la Unión sean visibles, accesibles, comprensibles para el ciudadano”. El nos marcó el camino con su ejemplo: decenas de trabajos de investigación sobre Europa, centenares de asuntos defendiendo la aplicación del Derecho de la Unión en el Tribunal de Justicia en Luxemburgo, incontables reglamentos y directivas que aplicamos todos los días en España y que llevan en cada artículo su inspiración, su pluma y su sello …nos exigen un compromiso indeleble con el europeísmo. Precisamente ahora.

Pero, sobre todo, el José Luis que yo conocí y que disfruté durante casi cuatro décadas fue un excepcional ser humano. Integro, honrado, solidario, compañero, cabal. Conversador apasionado, amigo de sus amigos, profundo en sus planteamientos, defensor a ultranza de sus tesis, familiar -aquí nacieron sus cinco hijos-, trabajador infatigable. Y, sobre todo lo anterior, humilde, sabedor de que sus orígenes pescadores en el Barrio del Cabañal de Valencia le habían vacunado de cualquier altanería o petulancia. Si es cierto que una sociedad crece cuando es capaz de valorar su memoria histórica y de honrar a sus próceres, es el momento de crecer reconociendo sin ambages la bonhomía de un ciudadano alicantino ejemplar que nos dejó ayer -maldito corazón- a todos algo huérfanos pero felices de haber tenido el honor de disfrutarlo en nuestra tierra.