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Vicente Magro Servet

La tercera ola y la "responsabilidad individual"

Cuando se decretó el alzamiento del estado de alarma el día 21 de junio se comenzó a utilizar una expresión relativa a lo que se denominaba la “nueva normalidad”, como una especie de indicador de que todo iba a cambiar a partir de ahora, y que había que ser prudentes durante un tiempo hasta que llegara una vacuna que introdujera una inmunidad colectiva, que atajara de forma eficaz el efecto multiplicador del virus. No obstante, la impresión que se reflejaba en la calle en muchas personas es que el problema gordo y real “ya se había acabado”, y que el virus estaba vencido. Esa fue la realidad psicológica social de muchos. Grave error.

Por eso, las medidas de cuidado, de uso de mascarilla y otras medidas que las autoridades trasladaban a la población no se cumplieron a partir de ese día del alzamiento. Y no se cumplieron, porque un importante número de personas no asumieron su obligada responsabilidad individual de atender a las recomendaciones sanitarias, y optaron por su egoísmo personal de no afrontar la “nueva normalidad” y llevar a cabo su vida como antes del 15 de marzo. Muchos de ellos sin usar mascarillas, saliendo en grupos sin guardar distancias de seguridad, continuando con las celebraciones familiares, eventos y reuniones, como si nada hubiera pasado, y sin importarles para nada, -esto es lo grave- el riesgo grave que existía de que en cualquiera de esas uniones de personas pudiera haber alguna de ellas contagiada que propagara el virus entre todos. Esto es, mirando hacia otro lado, y velando más por sus intereses personales que por el colectivo de toda la sociedad, ante la lucha por salir de uno de los mayores problemas a los que se ha enfrentado el mundo últimamente.

La responsabilidad individual no ha existido y, por ello, las autoridades han tenido que tomar medidas restrictivas, siendo los más afectados de toda esa insolidaridad, precisamente, muchos profesionales que habían cumplido sus deberes, que se habían gastado el poco dinero que les quedaba en adoptar medidas de seguridad en sus negocios, y que eran conscientes, como muchos otros ciudadanos cumplidores y responsables, que había que luchar unidos contra este problema del virus, y no haciendo cada uno lo que le da la gana, y olvidando que vivimos en una sociedad, donde los fallos, errores y actuaciones dolosas de la negativa a seguir las recomendaciones de no reunirse en grupos, omitir celebraciones multitudinarias, y actuar olvidando lo que quieres y deseas, sino respetando lo que le interesa ahora a la sociedad, son los factores que han propiciado que ahora nos encontremos de nuevo en la casilla de salida de aquél fatídico 15 de marzo.

Con ello, la segunda ola que se esperaba para el invierno, empezó a llegar al mes de haberse levantado el estado de alarma. Ni un solo mes duró la prueba a la que se nos había sometido. Y en pleno verano empezaron los contagios por la irresponsabilidad individual de todos aquellos que nos han llevado a que ahora estemos de nuevo con el miedo en el cuerpo y con la angustia de no saber lo que nos van a deparar los próximos meses. Porque, claro está, la tercera y previsible ola es la que podría llegar en dimensiones muy graves cuando empiece el frío en breve y el virus se multiplique como lo hacía en el mes de marzo pasado.

Hay muchos ciudadanos que han respetado las normas, y que han sentido su responsabilidad individual de saber que esta batalla se gana en equipo. El problema es que en el mismo ha habido muchas personas que han actuado sin importarles nada las graves consecuencias de sus conductas, y desoyendo las instrucciones dadas por las autoridades. Y, así, ha sido frecuente ver a personas por las calles sin la mascarilla, o mal puesta, incluso haciendo ostentación de que no les da la gana llevarla bien puesta, y desafiando a aquél que le quiera llamar la atención, celebrándose reuniones de muchas personas, o celebraciones y eventos como si nada estuviera pasando, que son el principal foco de contagio, como se ha demostrado, y un cúmulo de irregularidades que nos han abocado ahora a un escenario donde se ha evidenciado que la responsabilidad individual ha fracasado y se apela, ahora, de nuevo, a las restricciones obligatorias donde los perjudicados serán los de siempre. Los empresarios y los trabajadores que sí que han tenido responsabilidad individual y que tienen que afrontar en sus negocios la irresponsabilidad de los que nos han llevado de nuevo a este punto. Y, mientras tanto, los sanitarios otra vez con el agua al cuello y desbordados.

O hacemos equipo frente al virus desde ya, o la tercera ola que puede venir si esto no se para ya y se reflexiona de los errores que muchos han cometido, o esto tendrá difícil solución y sin tiempo ya a arrepentimientos.

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