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Vicente Magro Servet

El toque de queda y la responsabilidad individual

Restos de un botellón.

Era necesario el toque de queda a la vista de que las recomendaciones siguen siendo desatendidas por jóvenes y mayores. Todos. Y que la responsabilidad individual sigue desaparecida en ese sector de la población que está empeñado en que esta grave situación se siga prolongando más. Porque si la gente hubiera sido más disciplinada y se hubiera concienciado de lo que tenemos encima de nuestras cabezas las cifras no serían las que hay ahora. Ni mucho menos. Pero con que un 10% de la población haya sido insolidario desde que el 21 de junio se alzó el estado de alarma hasta que el 25 de octubre se haya tenido que decretar de nuevo el estado de alarma ha sido suficiente para regresar cuatro meses después al miedo acerca de si regresamos de nuevo al confinamiento que sería un duro mazazo psicológico y económico para el país. Y ahí no valdría que los que han incumplido salga a las ventanas a aplaudir a los sanitarios a los que se está volviendo a regresar a esa situación estresante de los meses de marzo a junio. Porque muchas de las personas que ahora están ingresadas en los hospitales contagiados del virus lo están por culpa de todos aquellos que han incumplido. Porque muchos de los ancianos que ahora están sufriendo la soledad de una habitación en un hospital lo están por todos aquellos que han preferido seguir con su ocio, con sus fiestas y eventos personales y apostar por ayudar al virus a que vuelva de nuevo a extenderse, en lugar de haber actuado todos, y no solo el 75% de la población desde el 21 de junio, con el respeto que merece esta situación. Por ese 25% que ha apostado por entender que esto se había acabado y que ya no iba a pasar otra vez y que podían volver a hacer lo mismo de antes estamos ahora en esta situación.

Resulta, por ello, sorprendente seguir comprobando cómo después de la abundante información que están dando los medios de comunicación sobre la grave situación que inunda al país por la pandemia se sigan celebrando fiestas particulares en domicilios, se continúe viendo cómo los jóvenes se están reuniendo ahora en las urbanizaciones para evitar que les sancionen en la vía pública, y causando molestias a los vecinos, aunque manteniendo las mismas infracciones que si se hiciera en la vía pública, lo cual es igualmente reprochable y sancionable. Y, del mismo modo, se continúe presenciando cómo hay personas que, de forma insolidaria y con amplia voluntad de incumplir la normativa vigente, siguen circulando por la calle sin mascarilla o mal puesta bajo la excusa de que a mí me molesta.

Con todo, si algo nos ha demostrado el coronavirus es el altísimo grado de egoísmo y la insolidaridad que existe en una gran parte de la población y que ha dejado claro quién es quién en la sociedad cuando las situaciones se vuelven complicadas y difíciles, y quiénes aceptan las órdenes y recomendaciones y los que miran hacia otro lado, buscando más el interés personal, las ganas de apostar por celebraciones y las fiestas, así como el ocio personal. Todo ello, en demérito y en perjuicio de la colectividad y del resto de personas que, cumpliendo órdenes y recomendaciones, han aceptado de forma disciplinada acatar que nos encontramos en una situación como nunca habíamos presenciado en nuestro país, y de la que solo se puede salir con el trabajo de grupo, pero al que están perjudicando todas aquellas personas que actúan desde la individualidad y con la más alta y absoluta irresponsabilidad. Sorprende, además, que, aunque se dice que los jóvenes son los que están incumpliendo, también son muchos los mayores los que están colaborando con el virus a que las cifras hayan dado lugar a un necesitado y obligatorio toque de queda, que ha sido absolutamente necesario, precisamente, por la irresponsabilidad de los incumplidores.

Porque aquí no se trata de edades, sino de incumplidores e solidarios frente a una guerra contra el virus en la que todos estos juegan a favor de este último y no a favor del interés general, social y colectivo que a todos se nos exige en momentos de crisis como el que estamos viviendo. Y es ahora cuando se establecen las distinciones entre las personas para diferenciar los que apuestan por ese interés colectivo más que por el individual que debe sacrificarse, por encima de todo, y pese a cualesquiera que fueran las causas, o justificaciones, que los que incumplen las recomendaciones y la normativa quisieran poner encima de la mesa. Porque no hay excusa para jugar este partido en el equipo del virus. Y los que salen a la calle sin mascarilla, se reúnen sin protección, hacen reuniones, fiestas y celebraciones lo están haciendo sin complejos y abiertamente. Por eso estamos así ahora.

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