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Llega la Navidad

Navidad, más que ninguna otra época del año, ha sido siempre tiempo de tradiciones.

De niña, en mi pueblo, la Navidad empezaba cuando acometía el montaje del belén con mi padre con lo que había a mano: los caminos se hacían con tierra de la calle, los ríos con papel de plata … Navidad eran dulces y pavo.

Los días previos a las fiestas era un ir y venir de las mujeres a los hornos con llandas llenas de dulces ya que, aunque se realizaban en casa, para cocerlos se llevaban a las panaderías, pues era muy raro que hubiese hornos en las casas particulares . El día de Nochebuena, a matar el pavo, del que se daba buena cuenta en los días sucesivos al hacer las comidas típicas de la ocasión: día de Navidad, cocido con pelotas».

Navidad era salir a cantar villancicos por las calles y casas donde muchas veces nos daban caramelos y las preciadas peladillas.

Navidad era la familia reunida para la cena de Nochebuena e ir luego juntos a la «Misa del Gallo».

Navidad era esperar a los Reyes Magos con una ilusión increíble, aunque muy pocas veces conseguíamos verlos; en aquella época Sus Majestades todavía no venían en cabalgatas.

Las cosas cambian, como las personas, y ahora, si bien hay tradiciones que perduran, hay otras que se van perdiendo.

Algo que permanece es reunir a la familia en estas entrañables fiestas, pues la Navidad es la fiesta familiar por excelencia, en la que, incluso los que están más lejos, intentan volver al hogar.

Navidad es tiempo de amistad. Los amigos nos reunimos para hacernos, por unos momentos, niños al recordar las andanzas de la infancia.

Navidad es tiempo de luz, antes en las casas y ahora más en las calles.

Este año las luces se empezaron a colocar a principios de octubre; muchos pensamos que eran por el día de la Comunidad y nos llevamos una gran sorpresa al enterarnos que ya eran las luces de Navidad, pero realmente Alicante ha quedado preciosa con luces en la mayoría de las calles.

Navidad es tiempo de belenes. Los belenistas trabajan todo el año para crear sus escenas y figuritas. Los imagino tallando las figuras, sobre todo cuando modelan un Niño Jesús; debe ser una sensación indescriptible. A partir de agosto la actividad se intensifica, pero es a finales de noviembre cuando su trabajo está en pleno apogeo.

No hay tradición tan hermosa como que, al llegar la última semana de noviembre o primera de diciembre, más o menos por la Inmaculada, se empiecen a poner belenes en muchos hogares: abuelos, padres y nietos unidos realizando las montañas, las casitas, los ríos, el castillo de Herodes y sobre todo la colocación del «pesebre»: la cueva con el buey, la mula, José, María y el Niño.

La Navidad es la celebración de un cumpleaños, el cumpleaños del nacimiento de todo un Dios venido a la tierra como «el pequeñín» más humilde para mostrarnos todo su amor, y los pesebres, los belenes, son nuestra felicitación. Como las felicitaciones, hay belenes de muchos tipos y tamaños, pero, como ellas, todos son realizados con gran cariño.

Me fascinan los belenes y me hubiese encantado ser belenista, pero no tengo esa facultad, y, a falta de eso, soy coleccionista de belenes, tengo cerca de setecientos y todas las Navidades los saco de sus cajas y bolsas para colocarlos por las distintas habitaciones de mi casa.

Los últimos días de noviembre son de mucho trabajo, pero merece la pena, al terminar, verlos por todos los rincones de la casa y eso me compensa. La verdad es que belén, como tal, con montañas, ríos, castillo…, solo pongo uno pequeñito, los demás son únicamente las figuras.

Este año alguien me preguntó si los iba a sacar, ya que poquita gente podía ir a verlos debido a las restricciones, y yo le contesté que «por supuesto. Si no pongo los belenes es como si no estuviésemos en Navidad, no mandaría mi felicitación».

Este 2020 es un año extraño que ya nos ha quitado los abrazos y ha recortado las reuniones con la familia y los amigos, pero, al menos, nos ha dejado las luces y los belenes.

Llega la Navidad: que no se pierdan nuestras tradiciones, que en cada casa pongamos un belén, grande, pequeño, rico, humilde…, pero que no se pierda el tener en Navidad un pesebre en nuestros hogares.

Llega la Navidad, que cada casa sea un hogar lleno de luz, un hogar lleno de alegría y, sobre todo, un hogar lleno de amor, ese amor en mayúsculas que el niño Jesús nos trae.

Llega la Navidad, abramos nuestros corazones para dejar paso a ese Dios, hecho niño por amor a nosotros.

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