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Marc Llorente

Más pesadilla después de Navidad

Tópicos, convenciones, consumismo e impulsos primarios aparte, con los que cada uno estará conforme o no en cualquier momento, las próximas fechas que se vislumbran van a determinar la subida, el estancamiento o la tendencia a la baja de la pandemia. El pistoletazo de salida ya se dio, y el numeroso grupo de participantes y compradores compulsivos va a seguir estando en marcha hasta que caiga el telón navideño para dar paso a las tradicionales rebajas. La alienación humana y la inviolable fuerza de las costumbres imponen su ley. La mayoría nunca está dispuesta a modificar ese guion o a renunciar. Porque muchos no tienen un plan B para nada. No saben, no responden y ni siquiera se lo plantean. Están en su derecho. Pero así ocurre.

Lo que pasa, además, es que continúa existiendo un problema sanitario que nos exige una conducta ejemplar en beneficio de todos. También de la economía. Las alarmas siguen en pie de guerra con medidas más contundentes en Francia, Alemania, Holanda, Italia y el Reino Unido. El afecto y la generosidad no consisten ahora en transgredir ciertas normas o en cumplirlas medianamente. Eso no te hace mejor persona. El propósito fundamental en situaciones como estas, con el fin de evitar una etapa más crítica aún, consiste en anteponer la precaución sanitaria por encima de otros intereses.

Los malos augurios laten. La forma de actuar depende de cada uno, y eso, pese a las restricciones anunciadas por el Gobierno y las comunidades autónomas, puede pasar una más gruesa factura y continuar alimentando la pesadilla. Buscar la seguridad es el mejor obsequio. El más importante abrazo en estos instantes, si queremos que la borrasca no prospere y aparezca el anticiclón. Las restricciones legales, en mayor o menor medida, no parece que vayan a influir mucho en los ciudadanos de aquí.

Bienvenidos sean los inicios de una próxima vacuna a partir de enero, lo que no debe impedir que se ejerza una adecuada responsabilidad para evitar una tercera ola, que está anunciada. No nos valen las fáciles concesiones, los populismos y los negacionistas que dan todas las facilidades a la pandemia. No se debe bajar la guardia creyendo que entre familiares y amigos no hay problemas. Ni basta solo con llevar la mascarilla en la calle. Este es el firme compromiso, tanto en interiores como en exteriores, que deberíamos mantener, incluso un poco más allá del paquete de medidas de prevención. Y esta debe ser la «nueva normalidad» que guíe los pasos. No se trata de ningún capricho, sino de criterios sanitarios. El aire libre, cumpliendo unas pautas, es uno de los sitios mejores.

¿Es más razonable organizar cenas, comidas, viajes y saraos? ¿Molan más una aglomeración y una reunión social actualmente, sobre todo en lugares cerrados o mal ventilados, sin distancia social y sin mascarillas? Nada de ello supone una saludable actitud. En cuanto a los test de covid-19 antes de Navidad, son una tentación que no resulta muy fiable. La reducción de la movilidad, de los contactos y la sensatez componen el actual sendero si se quiere que mejore la situación con el claro objetivo de estar ante el principio del fin de la pandemia. «El hombre (o la mujer) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra», afirma el proverbio. Me temo que funcionan más los lugares comunes que otros valores o la altura de miras.

Asegura Pedro Sánchez que «cuando esto acabe habrá que preguntar dónde estaba cada uno», refiriéndose a la pésima oposición política. Ningún caso igual en Europa, sí.  

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