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Gerardo Muñoz

La casa de la ciudad

Fachada principal del Ayuntamiento de Alicante

Ayuntamiento. Palacio Municipal. Consistorio. Casa Consistorial. Casa Capitular. Casa de la Ciudad. Estos son los nombres con los que es o fue conocida la casa donde celebran sus juntas los concejales del municipio alicantino.

Allá por el siglo XIII, recién conquistada la ciudad por los cristianos, el Consejo de Alicante hacía sus reuniones en la iglesia de San Nicolás. Hasta que en 1370 pasaron a celebrarse las sesiones municipales en la Lonja, situada donde ahora confluyen las calles Mayor y Lonja de Caballeros.

Por fin, en 1541 se inició la construcción de un edificio a propósito para albergar a la corporación municipal y como residencia del justicia, que era la máxima autoridad civil. Fue en la plaza Mayor (luego del Mar, ahora del Ayuntamiento).

La fábrica se levantó con piedra de la cantera de San Julián. La fachada tenía varias ventanas, un balcón de hierro de unos 16 metros de longitud y una portada de mármol negro adornada con el escudo de armas de la ciudad y una lápida en la que se mencionaban a quienes conformaban el concejo municipal en 1541: el justicia Nadal Castelló y los jurados Gaspar Joan Maiques, Jaime Puigvert y Pere Pascual. El interior era lo suficientemente grande como para albergar, además de la residencia y el tribunal del justicia, un salón para las sesiones del Concejo y estancias destinadas a oficinas, al archivo municipal, a un oratorio, a la cárcel y a la venta de carne.

Las obras de este edificio concluyeron en 1668, con la erección de una torre en la que se colocó otra lápida en la que se mencionaba, bajo las iniciales del rey Carlos II, las personas que formaban parte entonces del Concejo Municipal: el justicia Frances Pérez, los jurados Ricardo Paravicino, Vicent Pascual de Alfonso, Tomás Marty y Adrián Riera Moxica, el racional Luis Rotlá Canicia y el síndico Manuel Escorcia.

Pero, durante el bombardeo que la armada francesa infringió a la ciudad en 1691, el edificio quedó prácticamente asolado, quedando en pie únicamente unos pocos muros y arcos interiores.

Para llevar a cabo sus reuniones, la corporación municipal hubo de alquilar por 150 libras anuales una de las pocas casas que no fueron destruidas.

El 6 de enero de 1696 se acordó construir una nueva Casa de la Ciudad en el mismo lugar donde estaba la anterior, constituyéndose una comisión formada por el justicia Diego Morant, los jurados Luis Escorcia Ladrón, Fernando Salafranca, Pedro Samper y Carlos Beviá, y los ciudadanos Álvaro Escorcia, Marco Antonio Berenguer, Roque Cerdá, Juan Sancho, Honorato Boyer y José Garriga.

En 1699 Vicente Soler redactó el proyecto y se empezaron a cavar las zanjas. El 19 de marzo de aquel mismo año se acordó expropiar las casas que lindaban con el solar donde se iban a realizar las obras porque el edificio proyectado era más amplio que el anterior. Los propietarios eran Francisco Giménez, Pedro Maltés, Esteban Blasco y el conde de Peñalva, y recibieron una indemnización total de 6348 libras y 17 sueldos, dinero que se consiguió con la venta de cuatro casas y cuatro hilos de agua que eran de la municipalidad.

Comenzó a levantarse la fábrica en 1701, pero en 1707 se suspendieron las obras debido a la Guerra de Sucesión.

En «El Ayuntamiento de Alicante. Historia de su construcción y arquitectura», libro editado por el Instituto de Estudios Alicantinos en 1974, Joaquín Sáez Vidal distingue tres etapas en la construcción del actual Ayuntamiento.

Durante la primera (1699-1730) se levantaron las plantas bajas y primera siguiendo el proyecto de Vicente Soler. Luis Fons y Nicolás Ferrer trabajaron en las obras en este periodo.

En la segunda (1730-1770) se realizaron las portadas, las torres, el piso superior y la distribución del interior, siguiendo proyectos de Juan Bautista Borja, Vicente Mingot y José Terol, el Mayor, porque se había perdido el proyecto de Soler. Sabemos por las cuentas presentadas en 1743 y conservadas en el Archivo Municipal (Legajo 19-97-61/0) que la carpintería estaba a cargo de Joseph Valentí y la cerrajería a cargo de Joseph Campos. Se da la circunstancia de que, a pesar de no estar concluidas las obras, el 1 de marzo de 1760 se reunió la corporación municipal por primera vez en el edificio, aprovechando la parte que ya era habitable.

Durante la tercera (1772-1780) fue Lorenzo Chápuli, tras la muerte de Mingot, quien dirigió la conclusión de las obras. Este periodo comenzó con una tasación de las obras que faltaban por realizar (Legajo 19-21-1/0). Los gastos fueron controlados por la Junta de Propios y Arbitrios y registrados en un volumen que abarca del 22 de julio de 1776 al 28 de julio de 1780 (Libro 5-106-0/0).

De planta rectangular y ocupando una superficie de 946 m², el Palacio Municipal es un edificio de estilo barroco y de tres pisos, cuya fachada principal podía verse desde el mar en la época en que se construyó. Esta fachada de cantería mide 49 metros de longitud y 19 de alto. A cada extremo se levanta una torre cuadrada y de mayor altura que el cuerpo central sobre arcos de medio punto y con bóvedas de arista, por los que se puede acceder a la parte trasera del edificio, que daba a la calle Mayor (luego plaza del Progreso y ahora Santísima Faz). Cada lado de las torres mide 6,80 metros y tienen 33’50 de altura. Estaban rematadas por chapiteles de madera con veletas de hierro, hasta que el 19 de enero de 1791 un viento huracanado derribó una de ellas; el chapitel de la otra fue desmontado por seguridad. En la torre situada al este se instaló la lápida fechada en 1668 que había en la Casa Consistorial destruida en 1691. Esta torre hubo de ser reparada en el siglo XIX por haberse falseado en su base.

En el centro de la planta baja hay una puerta rectangular adornada con cuatro columnas salomónicas de orden compuesto, flanqueada por otras dos puertas de medio punto y otras dos más pequeñas. En el piso principal hay 12 balcones y otros 12 en el piso superior. Entre las dos filas de balcones está tallado el escudo de la ciudad, sostenido por dos leones de mármol blanco, obra de Pascual Valentí. El edificio fue rematado con una balaustrada de piedra y una cúpula de tejas azules con tornasoles de oro.

Delante de la fachada principal había un enlosado con bancos de piedra, rodeado de sauces y terebintos.

Las fachadas laterales y la trasera también tenían balcones. En esta última había una puerta y unas ventanas con rejas que daban a las dependencias carcelarias. Cuando en 1849 la cárcel fue trasladada a la Casa del Rey, las rejas fueron quitadas y las ventanas adornadas con repisas, persianas y antepechos.

Por las tres puertas centrales del frontispicio se accede al interior, donde un atrio ocupaba toda la planta baja. Desde este vestíbulo asciende una escalinata de mármol rojo con venas blancas, procedente de la sierra del Rollo (Aspe), que recibe la luz por las ocho claraboyas que tiene la cúpula. La barandilla es de hierro con pomos de bronce y encuentra su punto de partida en un pedestal que estaba rematado por un león de mármol blanco. En este pilar se estableció en 1874 la cota cero, punto de referencia desde el que se mide la altura sobre el nivel del mar de toda España.

La escalinata llevaba (y lleva) en el piso principal a una sala rectangular a cuya izquierda estaba la alcaldía y demás despachos municipales y a la derecha al salón de actos públicos a través de una puerta exornada con los blasones de la ciudad. En el centro de este salón (de 13,5 metros de largo por 9 de ancho y 7,5 de alto) había un dosel bajo el cual tomaba asiento la corporación municipal. Conocido actualmente como Salón Azul, se convirtió en cámara real durante la visita que en 1858 realizó a la ciudad Isabel II. De las dos puertas que hay en la pared de la derecha de este salón, la primera da paso a una capilla en cuyo altar había una imagen de la Virgen del Rosario, que en 1767 fue sustituida por un óleo de la Purísima Concepción pintado por Lucas Espinós, ocupando el centro de un retablo construido por Pascual Valentí y que costó 174 libras, a cuyos lados se colocaron pinturas representativas de San Nicolás de Bari y de la Reliquia de la Santa Faz, por las que Juan de Miranda cobró 40 libras. Por la segunda puerta se accede al actual salón de plenos. El piso de estas estancias tenía azulejos fabricados por Manuel Ferrando en 1759, que debido a su mal estado fue sustituido por pavimiento de piedra blanca y negra en 1877.

Para llegar a las estancias del piso superior y de las torres se construyeron escaleras separadas de la principal.

Además de las ya mencionadas, a lo largo de los años se han llevado a cabo distintas mejoras en el interior del edificio, que en 1961 fue declarado Bien de Interés Cultural.

www.gerardomunoz.com

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