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La iluminación navideña en Alicante.

Celebrar este año 2020 la Navidad

«Os anuncio una gran alegría: ha nacido el Salvador, que es el Cristo Señor». Así dice Lucas en el capítulo segundo de su Evangelio, describiendo la aparición del ángel a los pastores de Belén, y añade: «Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a la gente de buena voluntad».

Y este mensaje de alegría, de gloria y de paz debería resonar en nuestros corazones durante la Navidad, la fiesta más universal y entrañable. Una fiesta de gozo y de dicha inefables para los cristianos, porque en la Navidad festejamos el nacimiento de quien vino a traerle al mundo la salvación. Pero, qué difícil es conjugar en este maldito año 2020 la alegría que nos proclama el ángel de la Anunciata, con las fatales consecuencias sanitarias, económicas, culturales y sociales con que la covid-19 nos golpea, en mundo estremecido por la pobreza, la emigración, el fanatismo, la guerra…

¿Tiene sentido, pues, celebrar con alegría la Navidad nuevamente este año, a pesar de tanto dolor, tantos sufrimientos e injusticias como asolan al orbe? ¿Por qué los cristianos volvemos a recordar candorosamente las emotivas escenas evangélicas que narran los acontecimientos del Nacimiento de Jesús?

Ciertamente, porque celebrar la Navidad es una invitación a la reflexión profunda, al examen de conciencia, al tranquilo repaso de nuestra propia vida. Celebrar la Navidad es reconocer que hemos de esforzarnos en mejorar día a día, porque siempre habrá metas que alcanzar más allá de la meta, si somos capaces de avanzar teniendo constantemente presente el mensaje de Jesús, algo que olvidamos continuamente, pero que no es una utopía irrealizable. Y, aunque es muy evidente que el mal existe en el mundo, como manifiesta de forma terrible, por si alguien lo había olvidado, la pandemia de la covid-19, también existe el bien, la bondad, siendo numerosos los ejemplos que nos ayudan y nos consuelan si sabemos encontrarlos entre el estruendoso laberinto de escándalos, de fraudes, de envidias que los ocultan y que, tantas veces también, ocultan el auténtico sentido de la Navidad, que incluso este año intentarán celebrar algunos con frenéticas ansias de insana diversión, hasta convertir los muchos valores de fe, de emoción, de afecto, de tradición, de familia, de raíces populares que la Navidad significa y que la Navidad transmite, en unas fiestas desquiciadas sin ningún sentido para ellos.

Precisamente por ello los cristianos tenemos la inmensa responsabilidad de insistir en la entraña de la genuina alegría navideña, refrendada con el comportamiento vital a que nos compromete la fe que profesamos. La que nos alienta a perdonar las ofensas, a luchar por la justicia, a desvelarnos por la paz, a interceder con prudente ecuanimidad, a procurar que la sinceridad y la honradez imperen siempre como una necesidad imprescindible.

La Navidad es así algo trascendental en este mundo preocupado y conmovido. Y la necesidad de sentir el mensaje de paz y ternura navideñas es lo que hace que miles de personas intentemos poner en práctica en nuestro proceder el testimonio de fe y de sencillez que la Navidad nos ofrece. La manifestación de alegría que la Navidad es.

Ojalá que esta alegría nos siga iluminando, sin deslumbrarnos, para disfrutar diariamente con las pequeñas cosas que nos ofrece gratuitamente la vida; para comprender que la felicidad no depende de la riqueza ni del poder; que la felicidad brota íntima y profundamente de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestra conformidad comprometida y sincera ante los designios de la voluntad divina, que nos ha creado a su imagen y semejanza, a imagen y semejanza de aquel niño nacido en Belén, el Cristo, Dios hecho hombre para mostrarnos que la auténtica realidad para una vida plena sólo es el amor. ¡Ojalá que en la Navidad de este funesto año 2020 no nos falten la esperanza, la confianza y los ánimos para esperar una próxima solución a los desgracias con que la covid-19 nos golpea! 

JUAN GINER PASTOR

Catedrático

Maestro Mayor Belenista

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