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Pacientes esperan a entrar a un centro de salud.

En pocas palabras

Antonio Sempere

Agendas cerradas

Pocas situaciones hay que causen tanta irritación como la de ir al correspondiente Centro de Salud, y después de haber hecho la cola correspondiente, que el celador de turno te informe que la especialidad para la que requieres cita tiene la agenda cerrada.

Vuelves a casa cabreado. Sin cita. Sin ninguna previsión aproximada acerca de cuándo te la darán. No es por ponerme épico, pero a estas alturas de julio en la calle Navas, que es donde se hace la cola del Centro de Especialidades de la calle Gerona, el sol pica de lo lindo. Hay que hacer esfuerzos para esquivarlo durante muchos minutos y tener mucha paciencia más tarde en la pequeña sala de espera hasta que aparezca en pantalla el número que te permitirá, por fin, solicitar el día de tu revisión, el día de tu cita con el especialista; es muy serio todo el proceso sanitario como para que el celador o la celadora de turno, que no tienen culpa de nada, pronuncien las palabras que no quieres escuchar, pero que por desgracia están a la orden del día: “las agendas están cerradas”. Ante ese atasco no hay solución que valga. Te facilitan unos números de teléfono para que no tengas que pasar esas medias horas de espera presencial, pero puedo dar fe que marcarlos no sirve de nada. Mientras no haya más personal de atención al paciente para atenderlo nadie los contestará. Y lo más grave de todo: tengas o no la suerte de que haya alguien al otro lado del auricular si las agendas están cerradas, poco podrá hacer por ti tu interlocutor.

Los defensores de la Sanidad pública recibimos la noticia de cada nueva agenda cerrada como un puñetazo en la cara. 

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