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Justo Gil Sanchez

Cuando la añoranza es decrépita

Carlos Mazón junto a Pablo Casado.

Hemos vivido mejores tiempos que los presentes. Es un axioma. Hemos brincado de una sociedad simple a una compleja, abigarrada y desigual. El colectivo se ve turbado por la desazón, por el miedo al presente, por cómo vamos a ceder esta sociedad, y su estructura, a nuestros hijos y a nuestros nietos. La inseguridad es la nota que revolotea por las cabezas de nuestros congéneres.

Observamos que los cimientos/ pilares – incluso valores- no son tan fuertes como pensábamos. Veo grietas. Veo por entre ellas. Los testigos colocados lo adveran. Como decia el niño Col Sear en la película “El sexto sentido”, a su psicólogo: «A veces veo muertos», ignorando el facultativo que estaba verazmente muerto. Y algo me indica que necesitamos reforzar aquéllos, pero de una forma rápida y enérgica. No sea que el edificio colapse. Esperamos y deseamos que eso nunca ocurra. Por eso, fuera posturas contemplativas o estoicas, fuera vanidades. Toca acción. Toca recomponer la figura. Hay que demostrar que se está vivo.

Se cuestiona ya, todo, y el “argumento” (como explicación dialéctica) se está reconvirtiendo en respuesta soez y en puro insulto. No nos ponemos de acuerdo ni en aquello que es obvio, y en lo que, hasta hace poco, era patio común compartible. No nos ponemos de acuerdo ni siquiera en fortalecer nuestras instituciones constitucionales, con el fin de potenciar nuestro sistema democrático. Rescribimos la historia con una hipocresía digna de nota cum laude. Viene a cuento de la pensada frase, y por escrito – lo que es más grave-, del líder del partido conservador, al decir en la tribuna parlamentaria del Congreso de diputados que: “La Guerra civil fue el enfrentamiento entre los que querían la democracia sin ley y los que querían la ley sin democracia” (sic).¡Uf! Claro, los historiadores han saltado en tromba afeando la ignota formación histórica del Sr. Casado. Si no entendemos que en España hubo un golpe de Estado, un alzamiento militar, imponiendo por la fuerza una situación autocrática durante casi 40 años, es obvio que esta sociedad – o mejor, alguno de sus actores sociales- padece una patología seria. Y las bases/ suelo sobre las que tejer una sociedad de futuro son algo más que arenas movedizas. ¡Válame Dios!.

Rizando el rizo de lo absurdo, si no somos capaces de entender que en España no se “mete” a ningún ciudadano en prisión por sus ideas políticas, por sus pensamientos, si no por la comisión de hechos delictivos, tipificados como tales en el Código Penal de 1995, vigente, es que se está mintiendo descaradamente y puede haber alguna persona ingenua que dé pábulo a tamaña sandez. Por eso, es necesario enseñar al que no sabe o al que ignora, pero mucho más urgente y necesario es desenmascarar al mendaz.

Si no somos capaces de diferenciar el indulto de la amnistía dixit desde lo alto de una tribuna parlamentario, desde una óptica ultra, es que quien eso manifiesta – que se ha hecho una amnistía- desconoce la Constitución española de 1978 a la que dice defender arrullado en la bandera. No se pueden verter intencionadamente tarros de resentimiento y de odio, eso no es política, eso es inocular estériles enfrentamiento, que es algo ajeno a la noble acción política. La política es debate de ideas límpido, sometido al tamiz popular. Las elecciones se ganan convenciendo al pueblo. En definitiva, que hay que seguir luchando para conseguir una sociedad mejor. Nunca hay que arrojar la toalla, a pesar de los duros momentos. Don Jacinto Benavente, autor teatral, fenecido en la mitad del siglo XX, decía aquello de “La felicidad no existe en la vida. Sólo existen momentos felices”. Bueno, qué le vamos a hacer. A unos nos ha pillado peinando canas. Eso si, confío en nuestra juventud, a la que hay que ayudar para que tengan futuro.

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