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Lola Peiró

Una anciana señora y yo, en una cafetería...

Terrazas de cafetería en la avenida de la Libertad

Me senté en una cafetería al aire libre, porque entre los calores, el virus y la mascasrilla, ya no podía más con mi vieja alma. Pedí un zumo de naranja doble, tal era mi sed.

–¿Ha dicho doble? –preguntó sorprendida la camarera.

–Ha oído bien. Doble.

Y la joven pizpireta fuese con un rictus de preocupación. ¿Doble, de naranja...? ¿O habrá dicho coñac, o....? No, ha dicho naranja...

La plaza estaba llena de mesas –bajo toldos– y en un periódico olvidado que había sobre la que yo ocupé, se podían leer unos titulares que avisaban del incremento de casos de virus que había experimentado no solo España sino también toda Europa. Y hasta parecía ser que no se escapaba ningún país de este pequeño planeta que habitamos. Mas de pronto observo que entre el marasmo de mesas con gente, una señora de aspecto anciano mira, me ve con un asiento libre y pide permiso para ocupar esa silla vacía. Le hago un gesto con la mano, puede sentarse, y ella, con un ¡aayy! que presagia un ¡fin del cansancio! respira con alivio y parece que todo su cuerpo se prepara para recibir aliento.

–Qué calor... ¿verdad? –dice mi nueva inquilina–. Pero es que estamos en verano, claro...

Mi inquilina no es de las que se callan, lo voy observando, y me temo que mis monosílabos no me vayan a servir de nada, así que mejor tomar esto con paciencia. Al fin viene el "doble de naranjada" y la vieja señora se sorprende del tamaño del vaso. Mas llena de gozo le pide otro igual a la camarera. Al quedar solas, toma otra vez la palabra la señora en cuestión..."supongo que le habrán puesto hielo...

... pero se agua todo... les faltarán vitaminas... con el agua ya se sabe...." Al fin sale la camarera "con otro igual" y se hace un silencio solo roto cuando el sorber de la pajita se hace audible. Dice la señora anciana "que está bueno... hace tiempo que no ha probado nada igual... hasta se tomaría otro del mismo tamaño si no fuera porque le tiene miedo a las diarreas..."

Al final, armándome de valor y paciencias, decido sacar de mi bolso el libro que estoy leyendo y doy señales de que quiero leer. Ella me mira y le echa un vistazo al libro, lo mira otra vez y exclama: "Ya, es el trabajo de Lisa. Sobre el cerebro, es apasionante. ¿Lo está leyendo ahora usted?, a mí ella me lo mandó antes de ser publicado porque entre colegas hacemos eso. Es apasionante cómo ha podido hacer una exposición tan clara y tan divertida a veces sobre tema tan intrincado como lo es el cerebro; yo a eso le llamo "saber transmitir conocimientos" a todos los niveles. Ojalá a los enseñantes les exigieran una habilidad así. A los maestros, en Magisterio tengo entendido que enseñan bien esa parte de la pedagogía aquí en España... claro... Yo es que hace tiempo me fui al extranjero con becas y todo eso... y me dio por estudiar el mundo de la neurociencia, que es apasionante, he de confesar, y le alabo el libro de mi amiga porque hasta la estructura de su exposición es novedosa. Fíjese que hasta las notas a cada capítulo le ocupan varias hojas cuando en cualquier libro las ponen a pie de página... Qué divertido ese comienzo, lo debe usted recordar". Me quita el libro de las manos y busca el principio de la exposición que dice: "Hubo un tiempo en el que la Tierra estaba gobernada por criaturas sin cerebro. Esta no es una afirmación política; solo biológica." Y ahí yo solté la carcajada cuando empecé a leerlo y subrayé la frase."

Me quedo boquiabierta escuchando sus declaraciones sobre un libro que me está obsesionando últimamente por su exposición, tan clara, que ya es difícil..., y sobre todo por su novedad, porque si les dicen a ustedes así de sopetón que "el cerebro no piensa" lo menos que hacen es fruncir el ceño, ¿o no?

Lo cierto es que en esos momentos una hueste de científicos vinieron a rescatarla y se la llevaron al aeropuerto, o a una conferencia... Pidiéronme disculpas rápidamente y ella desapareció envuelta en la pléyade que la buscaba sin apenas darnos cancha para despedirnos. ¿Cómo se quedó o corpiño, como dicen los Gallegos? A mi aún me queda puesto el ceño fruncido, parece que no acabo de entender esa aparición y desaparición tan sorprendentes. Es como un sueño del que no acabas de despertar, y cuando voy reaccionando y pienso en la frase que me leyó, y que yo ya había subrayado incluso con carcajadas, me pongo a reflexionar, la retomo y leo que "hubo un tiempo en que la tierra estaba gobernada por criaturas sin cabeza. Esta no es una afirmación política, sino biológica..."

Y yo me pregunto, si es así como alguien que ha estado en tantos países investigando, dando conferencias y etc., etc., ve que en todas partes los políticos, que son los que nos gobiernan, parecen hacerlo tan mal que sean proclives a poseer el apelativo de "sin cabeza", como la de los gusanillos ancestrales llamados "anfioxos" de los que después habló la científica, si algo es así, deberíamos ponernos, al menos, nerviosos.

¡Y yo que creí que los políticos descerebrados sólo estaban gobernando –o queriendo ávidamente gobernar– en nuestro país!

¡Qué chasco con la viejecita, una científica nada menos!

El colofón fue la pizpireta camarera.

–¡Se ha ido sin pagar!– exclamó.

Saqué el monedero y, con un par, le di una buena propina.

Qué ocasión perdida para haberle sacado mucha información que aún necesita mi cerebro para entender cómo diablos funciona.

Y yo que casi le doy una limosna...

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