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Josefina Bueno

Otro verano covid, ¿de cuántos?

El descontrol del covid y el aumento de las restricciones frenan las reservas turísticas F.J.BENITO

Esta es mi última reflexión de la temporada. Me voy de “veraneo espiritual” y volveré –si Dios y este periódico quiere- en septiembre. Me voy de veraneo con la quinta ola sobre nuestras cabezas. He de reconocer que desde que la COVID se coló en nuestras vidas, los veranos no son lo mismo. En verano me enamoré, en verano solía bailar y salir hasta altas horas de la madrugada, en verano te quitas ropa como metáfora de la liberación de nuestras trabas y obligaciones cotidianas. Eso es/era para mí el verano, ahora la cosa ha cambiado. La COVID me ha impuesto un auto-control sobre lo que es responsable o conveniente hacer, por mí y por quienes me rodean. Tengo muchas ganas de hacer muchas cosas, pero me contengo. Estamos en la quinta ola -ya he perdido la cuenta-, y cada ola supone tensar el sistema sanitario y dejar gente atrás. Supone exprimir al personal sanitario, muy castigado. Conozco a enfermeras que están acudiendo al sicólogo por las secuelas de la ola más dura y mortífera. ¿Acaso alguien piensa que eso también iba en el sueldo? Supone cancelar intervenciones, aplazar pruebas y diagnósticos y aumenta las secuelas psicológicas. Porque todos y todas, sin excepción, las estamos padeciendo. ¿Sabéis, por ejemplo, la cantidad de personas mayores que no quieren salir de casa por el miedo que ha dejado la pandemia, con el deterioro de salud que ello conlleva? El aislamiento, la soledad, el miedo, la incertidumbre, están haciendo mella en nuestros cuerpos y mentes y refuerzan la idea de que somos (¿éramos?) una sociedad poco acostumbrada a la frustración, poco dada al sacrificio. He escuchado mil veces la expresión: “El virus me está robando la juventud, mi viaje de fin de carrera, mi jubilación o mis vacaciones, …”. Con todos mis respetos, me parece una expresión algo infantil y carente de sentido. La vida se vive y se afronta a cualquier edad y condición, y cada día asistimos a situaciones igual de terribles o peores que el virus. El otro día, esperando en la cola del súper, vi pasar a una madre con su niño ciego. Ella muy joven y la criatura no tendría más de cuatro años. Mientras esperaba en la cola, un chico y yo nos miramos fijamente y expresamos lo mismo con los ojos y las palabras: “Y hay gente que se queja por el virus, por la mascarilla, … .” El súper del barrio –no las grandes superficies- es una buena radiografía de la vida. Tal vez por eso huyo de la compra on-line porque contribuye a vivir ensimismados en nuestras burbujas y elimina el poco contacto que de por sí ya tenemos con nuestros conciudadanos.

Junto al COVID, otros virus siguen ahí. La violencia machista mata semanalmente y ¡A diario! El pasado jueves se cometieron dos asesinatos machistas en el mismo día, uno en Sabadell y otro en Pozuelo de Alarcón. Dos mujeres fueron asesinadas presuntamente por sus parejas. Temo que nos estemos acostumbrando a esta barbarie y se acabe convirtiendo en una violencia estructural más que aceptamos como algo imposible de erradicar. De la misma manera, algunos parecen acostumbrarse al virus, a los ingresos, a los fallecimientos y a sus nefastas consecuencias para la economía y convivencia. Tengo la sensación –tal vez errónea- que muchos confundieron vacuna con erradicación. La vacuna no elimina el virus ni lo cura. Como dice una amiga, sólo permite que no la palmes y evita el ingreso hospitalario. Crecen los anti-medidas, los descreídos, los partidarios de una mal llamada libertad que no es más que egoísmo individual que pone en peligro la salud pública. A la sentencia del TC que declara inconstitucional el confinamiento del estado de alarma –tras el recurso interpuesto por Vox considerándolo abusivo e ilegal-, me ha sorprendido que la directora general de Salud Pública en Baleares está siendo investigada por un presunto delito de prevaricación y detención ilegal en relación al aislamiento de estudiantes en un hotel de Mallorca tras el “megabrote” de coronavirus, tras una querella presentada por varios padres. Este asunto pone en una situación muy difícil a nuestros gobernantes. Esta mujer va a pasar el verano a la espera de declarar el próximo 7 de septiembre. Respetando la decisión judicial, creo que su responsabilidad fue la de prevenir riesgos y confinó a jóvenes igual que hemos estado confinados por contacto estrecho con un positivo. No sé si estos asuntos pueden alentar a la rebeldía y a la desobediencia de las normas impuestas cuya finalidad es el control de los contagios y prevenir el colapso del sistema sanitario. En Francia, donde se ha decidido reducir la movilidad de las personas que no estén vacunadas, son muchos los políticos del partido de Macron que han recibido amenazas de muerte, hasta el punto de intervenir la Fiscalía. Con estos mimbres, ¿quién va a dedicarse a la política?

La política, que no es sólo el o los partidos que gobiernan con una mayoría parlamentaria, conviene recordarlo porque hay quienes son más partidarios de gobiernos dictatoriales y alardean de ello sin pudor, la conforman los partidos y las personas que se dedican a la gestión pública y tienen una responsabilidad de gobierno, o hacen la labor de control, desde la oposición, de la correcta ejecución de las medidas. No sabemos el tiempo que tendremos que convivir con el virus, ni podemos predecir su final inmediato. Quienes gobiernan tienen su parte de responsabilidad, por supuesto, pero la derecha que parece aspirar a darle un revolcón al gobierno utilizando de manera deshonesta la pandemia también tiene su parte de responsabilidad. Viendo cómo actúan, una se pregunta: ¿Qué harán cuando lleguen o sólo se trata de llegar utilizando al bicho?

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