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Fernando Ull

EL OJO CRÍTICO

Fernando Ull Barbat

Alguien tendrá que decírselo

El líder del PP, Pablo Casado. EP

Por mucho que Pablo Casado, de momento actual presidente del Partido Popular, se empeñe en mirar para otro lado ante los evidentes movimientos de Isabel Díaz Ayuso dirigidos a sustituirle al frente del partido conservador, la realidad es que la presidenta de la Comunidad de Madrid está siguiendo a rajatabla el manual del buen político dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de ascender a su fin último que, en el caso de Ayuso, es optar por su partido a la presidencia del Gobierno. Casado es visto, dentro de su partido, como un aspirante a líder, como una solución momentánea al tremendo lío que formó Mariano Rajoy cuando abandonó el Congreso de los Diputados en plena moción de censura, que terminó echándole del Gobierno (no se fue él por voluntad propia), para irse a un restaurante del que salió, muy avanzada la tarde, un tanto aturdido.

Aquellos que se opusieron en su día a la elección de Ayuso como candidata por el PP a la Comunidad de Madrid en las elecciones de 2019 con José Luis Martínez Almeida como compañero de viaje y candidato a la alcaldía de Madrid, tal vez no lo hiciesen por la escasísima experiencia previa de Ayuso en el campo de la gestión pública y privada, por cuanto lo más reseñable de su currículum había sido ser la asistente personal de Esperanza Aguirre, sino porque sabían que una persona que llega de rebote y por pura carambola a un puesto que le viene grande y para el que no tiene la formación adecuada va a hacer todo lo posible y más para permanecer el mayor tiempo posible en su nuevo cargo. El tren sólo pasa una vez.

Pensó Pablo Casado que colocando como candidata por el PP de Madrid a la que había sido durante años compañera en Nuevas Generaciones se iba a evitar el continuo pulso que Esperanza Aguirre mantuvo con Mariano Rajoy durante los años en que ambos coincidieron en sus respectivas presidencias. Sin embargo, ya desde la misma electoral comenzaron los problemas para Casado. Ayuso entendió que, en realidad, no debía nada a Casado. A fin de cuentas, ella había ganado las elecciones a la Asamblea de Madrid mientras que Casado, un mes antes, había hundido al Partido Popular en las elecciones generales. Desde ese día las tornas cambiaron. Casado pasó a ir a remolque de Ayuso. Cada decisión que tomaba la presidenta de Madrid era apoyada deprisa y de mala manera por Casado evidenciando que no tenía ni idea de cuál iba a ser el nuevo movimiento de Ayuso. En realidad, Ayuso no ha tomado apenas decisiones que tengan que ver con la gestión de la comunidad madrileña y sí con su “movimiento” que la ha de llevar al Palacio de la Moncloa.

Otro error que cometió Casado fue no prever las consecuencias que iban a tener para él que Ayuso eligiese como principal asesor a Miguel Ángel Rodríguez, un Rasputín en la sede de la presidencia de Madrid, que desde el primer día puso en marcha un plan cuyo único fin ha sido y es que Ayuso llegue a la Moncloa. Tal vez haya sido por su juventud o porque no ha querido o sabido informarse acerca del modo de actuar de Miguel Ángel Rodríguez durante los años que estuvo al lado de José María Aznar, pero el caso es que Casado no ha sabido ver la jugada envolvente que Ayuso y Rodríguez le han hecho. En cualquier caso, debe quedar claro que la acusada deslealtad que Ayuso está teniendo con Casado no es obra de Rodríguez. No es Ayuso una pobre inocente bajo las garras de un spin doctor sin escrúpulos. Ella sabe perfectamente lo que está haciendo y la traición con la que está pagando a Casado la confianza que depositó en ella cuando era una casi desconocida y la nombró, en contra de notorias voces del Partido Popular, candidata a la Comunidad de Madrid.

Mientras Pablo Casado no consiga ganar unas elecciones generales van a surgir desafíos a su autoridad al menor descuido. Pero para ello debería haber armado un discurso propio, el que fuera, pero propio. Sin embargo, Casado ha ido a remolque, por un lado, de las ideas neofascistas de VOX, un partido de raigambre sociológica posfranquista que ha sabido atraer al votante clasista, racista de pensamiento y contrario a la igualdad plena entre hombres y mujeres. Su maleable opinión sobre la inmigración, la utilización del terrorismo como arma política a pesar de que ETA fue derrotada hace diez años y su negativa a renovar instituciones básicas del Estado sólo ha conseguido crear un gran despiste entre los votantes de derechas. Por otro lado, la presión constante de Ayuso, inventándose polémicas donde no las hay y utilizando en numerosas ocasiones un discurso infantil y muy básico desde un punto de vista intelectual ha calado hondo en el votante ultraliberal, conspiranoico y negacionista madrileño.

Muy fácil se lo está poniendo Casado al Gobierno de coalición. Con el abandono de la política de Pablo Iglesias, la economía en clara tendencia positiva, el éxito de la vacunación masiva y la ausencia de la corrupción generalizada de las presidencias de Mariano Rajoy, Pablo Casado se enfrenta a un futuro muy incierto.

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