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Carlos Gómez Gil

Más pateras y más inmigrantes

Efectivamente, las pateras que llegan hasta nuestras costas han pasado de ser estacionales y concentrarse en la temporada de verano

Comprobamos que la llegada de pateras hasta las costas del Mediterráneo procedentes del litoral argelino, como vemos en Alicante, se sucede a lo largo de todos los meses

Nuevamente, comprobamos que la llegada de pateras hasta las costas del Mediterráneo procedentes del litoral argelino, como vemos en Alicante, se sucede a lo largo de todos los meses. Efectivamente, las pateras que llegan hasta nuestras costas han pasado de ser estacionales y concentrarse en la temporada de verano, como sucedía hace unos años, a ser permanentes y recibirse en un goteo continuado. Y es que la ruta migratoria desde Argelia hacia el litoral Mediterráneo, y particularmente hasta Alicante, ha pasado a convertirse en uno de los itinerarios clandestinos utilizados por los traficantes de personas desde el norte de África hasta Europa, algo que no se acaba de comprender bien por parte de instituciones y responsables públicos.

No hay duda de que, con los años, han mejorado extraordinariamente las capacidades y dispositivos de detección, salvamento y acogida de migrantes que vienen en patera hasta nuestras costas por parte de diferentes áreas, servicios y profesionales. Es algo muy importante, no solo desde el punto de vista policial y de la seguridad, sino especialmente para salvar vidas y dar la adecuada acogida inicial a quienes realizan una travesía clandestina dura y peligrosa, en la que arriesgan sus vidas, como con demasiada frecuencia comprobamos en numerosos naufragios con víctimas. De hecho, en el proyecto “Missing Migrants”, de seguimiento de inmigrantes muertos a lo largo de sus desplazamientos por el mundo, desplegado por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), se contabilizan 81 personas fallecidas en la ruta desde Argelia hasta las costas españolas del Mediterráneo.

Sin embargo, las instituciones no han desplegado una estrategia diplomática, técnica y política específica para abordar, de manera multidisciplinar, estas migraciones, implicando a la sociedad civil de las dos orillas y poniendo en valor las valiosas capacidades de las que disponen. Teniendo como tenemos en Alicante una sede tan importante como Casa Mediterráneo, llama la atención que no se haya incorporado a esta institución una línea de trabajo permanente sobre las migraciones en el Mediterráneo, que tanta importancia tienen para esta provincia, tratando de conocer, anticipar y generar estrategias específicas de respuesta sobre estos patrones de movilidad transnacionales en la región. Ni siquiera en la Subdelegación del Gobierno disponen de un solo documento público que recoja las cifras de embarcaciones e inmigrantes llegados hasta Alicante desde que estas migraciones comenzaron a registrarse, ni tampoco el Ayuntamiento o la Generalitat han identificado protocolo alguno de intervención.

Pese a todo, bien harían todas las instituciones en poner el foco sobre estos procesos migratorios entre el norte de África y el sur de Europa, en la medida en que diferentes centros de investigación coinciden en señalar que van a intensificarse en los próximos años, afectando también a las migraciones que llegan hasta Alicante por el llamado corredor argelino. Así lo señalan desde el Observatorio de Migración de la Universidad de Oxford, confirmando diferentes indicadores que apuntan al aumento de estos desplazamientos humanos. Por un lado, sostienen, la coincidencia de conflictos abiertos en los últimos años en diferentes países de África y Oriente Medio, donde hay luchas armadas, guerras de baja intensidad, junto a persecución política y tribal, es una fuente incesante de personas que se desplazan a otros lugares tratando de salvar sus vidas. Es algo que vemos en el perfil de los inmigrantes que llegan en patera hasta Alicante, que hace unos años eran básicamente argelinos y que ahora incluyen a personas de diferentes países africanos o de Medio Oriente.

Al mismo tiempo, se están produciendo cambios en las vías migratorias terrestres tradicionales, que son vigiladas por los países de tránsito, obligando a los traficantes de personas a abrir otras nuevas, sobre las que hay menos control. A ello se suma el que, durante la pandemia, todos los países, en mayor o menor medida, han establecido límites muy severos sobre las personas que entran en su territorio o transitan por el mismo, restricciones que en muchos casos se mantienen, algo que ha afectado también al norte de África.

Por si todo ello fuera poco, el avance de la crisis climática y de fenómenos asociados como el calentamiento global, las sequías y las plagas sobre las cosechas, van a incrementar notablemente en los próximos años las migraciones climáticas sobre África, tanto en el norte como en la región subsahariana. De hecho, en un reciente estudio del Banco Mundial con el nombre de Groundswell (mar de fondo) se señala que las sequías van a tener un importante impacto en países como Marruecos, Argelia, Libia, Túnez y Egipto, obligando a emigrar hasta al 6% de la población, que en muchos casos se desplazarán a las ciudades, pero que también buscarán llegar hasta Europa por travesías como las del corredor argelino hasta nuestras costas.

A todo ello tenemos que sumar, en el caso de Argelia, una permanente inestabilidad social y política, un sentimiento generalizado de malestar entre la población, la presión que ejerce un sector muy joven, insatisfecho y sin horizonte alguno, la actuación cada vez más sofisticada de mafias y traficantes de personas especializados en ofrecer fórmulas nuevas para llegar hasta Europa y Alicante, tanto en origen como en destino, sin olvidar los graves daños económicos provocados por la pandemia.

Tenemos, por tanto, la capacidad de anticiparnos a procesos que parecen inevitables, siempre y cuando seamos capaces de comprenderlos y actuar sobre sus causas.

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