Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un diputado de Vox se niega a abandonar el Congreso tras llamar “bruja” a una diputada del PSOE.

 ─Le he estado dando vueltas a nuestra conversación de la semana pasada, Pedro, y he aprendido un nuevo concepto: Credibilidad.

─¿Perdón, Félix?

─Sí, se trata de que alguien sea tenido como un tipo fiable, que genere confianza, en definitiva.

─¿Y crees que hay alguien en este país que genera más confianza que yo mismo?

─Esto… no sabría decirte, Pedro. Pero quizá, deberíamos darle una vuelta a este asunto…

─¿Credi… qué? No te equivoques, Félix. La gente lo que busca en un político es seguridad. ¿Crees que le importa mucho al votante medio que alguna vez su amado líder pueda incumplir un mínimo resquicio de sus promesas electorales?

─Hombre… un mínimo resquicio…

─Bah… Verás, Félix. En España los electores suelen ser antivotantes, es decir, que nos votan a nosotros no por lo que somos o decimos sino por no votar a nuestros adversarios. Hay millones de personas que nos seguirán votando hagamos lo que hagamos con tal de no votar al PP y mucho menos a Vox. Nosotros, en realidad tenemos un suelo y un techo de votantes: nos votan los fieles de toda la vida y podemos aspirar a arañar alguno de Podemos y unos cuantos de la desintegración de Ciudadanos, que a su vez se nutrió de algunos nuestros. Pero no podemos aspirar a robarle votos al PP como ellos no lo pueden hacer con nosotros. Es como en el fútbol, muchos aficionados disfrutan más cuando pierde el Madrid que cuando gana el Barcelona, y viceversa. En realidad, son más anti algo que pro algo. Y eso suele suceder en política.

─Quizá los políticos hemos contribuido a esa polarización.

─Sin duda, sin duda, mi querido Félix. Pero ¿qué sería del mundo sin esa energía extra del odio al contrario? Créeme si te digo que el odio mueve montañas mucho más altas que el amor, y que ese sentimiento de antagonismo es el que ha hecho avanzar a la Humanidad desde tiempos inmemoriales.

─Bueno…

─Piénsalo: Los políticos nos alimentamos de él, y además eso nos simplifica nuestro trabajo.

─¿Siiii?

─Así es. Cuando yo hablo para todo el país, en realidad me estoy dirigiendo a nuestros votantes y a los que podrían llegar a serlo. Porque sé que en cuanto salgo por televisión los votantes de Vox la apagan, los del PP me insultan y los de Ciudadanos me miran con recelo, mentiroso me han llegado a llamar, ya ves tú. Los de Podemos… bueno, alguno de ellos quizá me haga ojitos…

─Pedro, a ti ojitos te hacen todas las mujeres españolas mayores de cuatro años.

─De cuatro no, Félix. Pero de setenta y cinco seguro que sí. Pero incluso esas no me votan por mis indudables méritos. Votan lo contrario de lo que les repele. Ya ves tú. Y por eso no es tan importante el discurso, porque los afines lo disculpan todo y a los adversarios da igual lo que les digas, todo les va a parecer mal.

─¿Por eso el asunto de la credibilidad no parece que sea una de tus prioridades, precisamente…?

─Así es. Y por mi legendaria flexibilidad ideológica, cosa que a muchos de mis votantes les hechiza: Lo que hoy es rebelión, mañana es patriotismo, el indulto inconcebible pasa a concretarse en una tarde y los pactos inverosímiles con separatistas se convierten en la salvaguarda del estado de bienestar.

─¿En serio crees que los votantes se lo tragan así?

─Pues no. Pero esto es lo que hay, y si queremos seguir en el machito, para seguir beneficiando a los españoles, naturalmente, es el precio a pagar. Y lo entienden, ya lo creo que lo entienden.

─Ya veo… la credibilidad está muy sobrevalorada.

─¿Ves, querido Félix? ¡Por ahí vamos bien!

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats