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Antonio Sempere

El túnel de la risa

Archivo - Varios trenes en andenes en la estación de Atocha

Los madrileños llaman túnel de la risa al que une las estaciones de Atocha y Chamartín desde 1967, uno, porque parecía una atracción de feria que se denominaba así, y dos, por los años que tardó en inaugurarse.

De risa también, y de falta de audacia y estrategia comercial, fue la manera de actuar de la autoridad ferroviaria cuando en 2013, va para una década, obligó a los alicantinos y turistas que viajamos hacia Valladolid, Santander, Gijón y demás ciudades del norte, a hacerlo en unos Alvia que lo hacen por la vía AVE. Unos trenes que como al final no tienen más remedio que morir en el dichoso túnel de la risa, todavía en el ancho convencional, no ahorran ni un minuto con respecto al trayecto que hacían con anterioridad por Alcázar de San Juan, en línea recta, por un trazado de cien kilómetros menos.

Alicante fue, desde 1858, la primera ciudad costera unida a Madrid por tren. Siglo y medio después, resulta que es València la que está sesenta minutos más cerca en tren de Madrid que Alicante. Resultado de la gestión de los políticos alicantinos, siempre tan eficaces.

Con el recorrido actual por Cuenca, desde que el Alvia llega a Atocha hasta que arranca de Chamartín transcurren nada menos que 55 minutos. La maniobra de retranqueo para cambiar de ancho de vía se hace interminable. Con lo cómodo que era cuando el Alvia llegaba a la estación de Atocha Cercanías y el tren seguía sin demora hasta Chamartín. Pero donde manda el departamento comercial, no hay lógica que valga: hay que priorizar la vía de alta velocidad, y dejar morir el resto.

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