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Clásicos y modernos

Sin duda, la radio fue el gran altavoz para varias generaciones de adolescentes entre los años cincuenta y setenta

La app de Netflix.

Lo confieso. No he visto un solo capítulo de la serie ‘El juego del calamar’. Me ha ocurrido en el pasado con otras celebradas series; mi pereza o llamémosle falta de interés o curiosidad, me ha hecho pasar de largo en el dial televisivo donde se anunciaban, dirigiendo mi mirada hacia otros contenidos para mi mucho más atractivos. O más seductores antes de meterme en la cama. Mi    falta de apetito por la    ficción televisiva -solo la serie sobre el diseñador Halston ha despertado en estos últimos tiempos mi endémica apatía- se contrapone por otro lado al placer que siento    por    ver, revisar o descubrir, eso que llaman ‘cine clásico’. Una terminología que cada vez más parece un cajón de sastre donde caben las comedias de Katherine Hepburn de los años treinta, el cine de la Nouvelle Vague y las obras maestras de Martin Scorsese de los años setenta. El otro día volví a ver ‘American Graffiti’, de George Lucas, ese fascinante y nostálgico mosaico sobre la América de finales de los años cincuenta y primeros años sesenta; la América que todavía no había quedado en estado de ‘shock’ después del magnicidio de Dallas y las primeras rupturas a causa de la Guerra del Vietnam. La película llegaba en medio de toda aquella ola del llamado ‘cine retro’ producida por Hollywood que acabó contaminando otras cinematografías. A diferencia de otras producciones situadas en décadas ya lejanas, los años veinte de ‘El Gran Gatsby’ o la década de los cuarenta de ‘Chinatown’, ‘American Graffiti’ se situaba en un tiempo mucho más cercano, ese momento donde la juventud como clase biológica comenzó a marcar su propio ritmo. La banda sonora de la película, sin duda uno de sus atractivos, señalada por el ritmo del ‘rock and roll’ anunciaba ese cambio de rumbo generacional.

Todo había comenzado a mitad de los años cincuenta con el estallido de las guitarras eléctricas y el grito de guerra de Little Richard, «Bop bopa-a-lu a hop bam boo». Ya nada volvió a ser igual. La banda sonora de ‘American Graffiti’ recoge ese momento de épica juvenil señalado por las canciones a modo de himnos    que    puntúan las diferentes historias que se suceden en una noche de verano en una localidad    californiana. Como transmisor, la radio, aquí un misterioso dj llamado Wolfman Jack, que con su voz y canciones va subrayando en    esa larga noche, la alegría, tristeza, solidaridad y derrotas de un grupo de adolescentes que han de afrontar su futuro. Sin duda, la radio fue el gran altavoz para varias generaciones de adolescentes entre los años cincuenta y setenta. Entre nosotros, en nuestra ‘American Graffiti’ particular, programas como ‘Discomoder’ sirvieron de canal de comunicación para los deseos y sueños de muchos jóvenes valencianos.

Aunque la canción decía aquello de «el vídeo mató a la estrella de la radio», quizás hoy en dia a modo de corrección deberíamos señalar a internet como el culpable de que una gran mayoría de adolescentes en la actualidad elija este medio a la hora de escuchar su música favorita en lugar de otros medios tradicionales. No dispongo de estadísticas o estudios de medios, pero no creo que la radio musical hoy en día tenga el poder o la audiencia de tiempos pasados. Como oyente de programas musicales de radio, mis gustos siempre se inclinan hacia aquellas emisiones, ahora en formato de ‘podcast’, que combinan la música con la propia historia musical a través de intérpretes, géneros, etcétera. En esta línea, considero modélicos los programas que una emisora como France Culture realiza, ya se trate del centenario de Georges Brassens, el nacimiento de la Bossa Nova o la disolución de Los Beatles, ahora de actualidad con el estreno del documental ‘Get Back’. Que Los Beatles sean noticia es una cosa a la que ya nos hemos acostumbrado; cada cierto tiempo se anuncia el aniversario o celebración de un álbum, episodio, momento histórico, relacionado con el cuarteto o con alguno de sus miembros. Operación nostalgia y comercial a partes iguales. El documental y miniserie ‘Get Back’, elaborado a partir del material realizado para el documental ‘Let It Be’ (1970) dirigido por Michael Lindsay-Hogg, recoge, entre otras secuencias, la célebre sesión -en una fría mañana de enero de 1969- durante la que el grupo se subió a la azotea de la sede Apple Corps para realizar su último concierto    en directo. Las imágenes, vistas y conocidas, vuelven a cobrar fuerza, devolviéndonos ese momento de ilusión, de ver reunidos, tocando juntos, al grupo que había cambiado la historia de la música    popular y que ahora decidía separarse. Aquella banda sonora que irrumpió con fuerza a mitad de los años cincuenta como la melodía encadenada de una nueva generación. Hoy Los Beatles ya son unos clásicos como Mozart, Frank Sinatra, Raimon y Jacques Brel. Clásicos y modernos.

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