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Marc Llorente

Las turbulencias van por barrios

Isabel Díaz Ayuso, junto a Pablo Casado.

Todo parece indicar que el mundo está atrapado en el tiempo y que de ahí no salimos. Cada paso que se da es en falso y volvemos a una parecida situación, incluso con nuevos ingredientes que se suman a esta interminable película. Hace un año se dijo que la pandemia podía tener una nueva ola, otra pesadilla después de Navidad. Así fue. ¿Qué ocurrirá ahora? Siguiendo esta inercia, más de lo mismo con mayor o menor repercusión, lo cual significa que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces o más en la misma piedra.

La memoria suele ser flaca y no se aprende de la experiencia. Nadie está dispuesto a modificar un ápice el convencional guion, y ahí continúa el «sálvese quien pueda». No es preciso prohibir. Es cuestión de actuar de la mejor forma, en función de una realidad tozuda que no permite fácilmente conseguir eso que se llama «normalidad». Por mucho que se quiera mirar al tendido y es comprensible, forzar las cosas es un error a la vista de los hechos. No vale después pedir el libro de reclamaciones a las autoridades que alientan pero tomando la situación a la ligera y pensando en otros intereses, caiga quien caiga. Es peliagudo, sí, se mire como se mire. Y esto es lo que hay.

Ya ven el paisaje europeo con el nuevo huésped. ¿Una nueva pandemia? Eran pocas las variantes del coronavirus y ahora se añade el ómicron. El panorama español, en mejores condiciones, está en fase de ascenso general y con el parte de guerra que vuelve a coger impulso. ¿De qué sirven las precipitaciones, ignorar lo que ocurre y lanzar cohetes creyendo que el problema estaba arreglado? Aun cumpliendo las vacunas su misión, la tormenta no se evapora.

Las turbulencias van por barrios, y el PP tiene las suyas propias. La batalla interna por el control en Madrid sigue en danza al lado de algún otro frente punzante como el de las flechas del desamor de la defenestrada Álvarez de Toledo. Además, azotan al partido las sentencias relacionadas con la corrupción. Y no terminan ahí las piruetas circenses de Casado y compañía. Se cuela en la misa por Franco (no es que no pueda acudir) y dicen que ha sido sin querer. ¿Es creíble? Hasta posó para una foto con un admirador.

Así que el desgaste electoral de este grupo supone un mayor crecimiento de Pedro Sánchez. La pelea entre Díaz Ayuso y el todavía líder de la crispada y crispante derecha, que se suma a cualquier tipo de protesta en la calle, está en pleno apogeo, a lo que se debe añadir los casos que quedan por resolver, como la operación Kitchen o la segunda época de la trama Gürtel.

Si hablamos de borrascas o de dificultades, vean los retos difíciles del Ejecutivo de coalición. Tras la aprobación de los presupuestos, está el toro de la financiación autonómica con la necesidad de un nuevo modelo de reparto. Ponerse de acuerdo no es fácil. El Gobierno inyectará más dinero y aspira a un gran pacto entre PSOE y PP, los dos partidos que gobiernan en la mayoría de las comunidades. En la Conferencia de Presidentes del próximo enero en La Palma, el terremoto con Ayuso está garantizado.

Otro tema es la reforma fiscal. El impuesto de sociedades se acordó con Unidas Podemos, aunque dicha reforma se llevará a las cuentas públicas en 2023. Las diferencias entre ambos socios de Gobierno, en materia tributaria, podrían hacer saltar la coalición por los aires. Respecto al conflicto catalán, volverá a la arena. El objetivo final de la mesa de diálogo, según ERC, sigue siendo un referéndum por la autodeterminación en Cataluña. Sánchez seguirá dando la cara sin prisas. Sin cruzar ninguna línea roja. Y la legislatura continúa en pie. Ahora con las luces navideñas y la pandemia encendidas.            

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